jueves, 14 de abril de 2011

Quedan 616 días

Intento recordar lo acontecido en las últimas horas, pero los tres gin tonic, esta vez con Tanqueray, que me he tomado en esta noche de miércoles hacen que mi memoria pierda detalles. De nuevo, y no sé si se convertirá en una costumbre, he ido a esa cena tan viril con los amigos de Gabi. Pensaba que contando mi cita de anoche iba a llamar la atención, pero me ha eclipsado un absurdo partido de fútbol entre el Madrid y un equipo inglés. Por eso, me desahogaré más que nunca contándolo aquí.
Reviso lo escrito ayer y recuerdo que dejé el relato cuando Raquel se quedó dormida y comencé a escribir. Debían ser las cuatro de la mañana o alguna hora en punto, como delataba algún campanario cercano, cuando mi compañera de cama comenzó a buscarme con un sutil juego de manos. Pero, no andaba yo para florituras y simulé un sueño profundo. No sé si lo hice porque me enfrentaba en el ring con clara desventaja frente al adversario o bien porque me daba por satisfecho con haber aguantado el primer asalto.
El ruido de la ducha me ha despertado esta mañana bruscamente. He estado durante años acostumbrado a convivir con los ruidos de Tere y de los niños, pero en los últimos días parece que me he habituado rápidamente a los beneficios que te depara vivir solo. Mis ojos han agradecido que Raquel saliera del baño con una toalla que le cubría su pecho marchito. Creo recordar que he tenido alguna pesadilla al respecto esta noche.
Mientras hablaba de sus hijos se ha vestido con rapidez, pero con naturalidad. Me ha dado un beso en la frente y me ha dicho que ha sido un placer dormir conmigo, aunque ha insinuado que podría haber sido mejor.

- Bueno, pero nos veremos otro día, ¿no? -he dicho casi a modo de excusa.
- Claro, me tienes que hacer la Declaración. Me lo has prometido. Pero, ya si eso, te llamo yo.

¿Si eso? ¿Si eso qué? A pesar de que no era el estreno que esperaba, me he quedado un poco decepcionado por su frialdad. He aprovechado que era temprano para desayunar en el propio hotel, ya que está incluido en el precio, y para reservar una noche más, puesto que era poco previsible que tuviera la suerte de encontrar un piso para hoy. Es la primera vez que he comido un croissant en mi vida. Con su mantequilla y con su mermelada. ¡Yo que siempre he sido de pan con aceite! En estos días ando tan relajado que casi he olvidado que tenía la primera cita a las diez en calle Frailes, cerca de la plaza de la Merced. He llegado con cinco minutos de demora, pero no parece  haber molestado al viejo que me aguardaba el portal.

- ¿Ernesto González?
- Sí.
- Pues, vamos a ver el apartamento.

Más que el propietario parecía un funcionario. Su economía del lenguaje estaba en consonancia con la del espacio del piso. Tiene una habitación, una cocina americana y un diminuto salón, pero está en buenas condiciones y, de momento, es suficiente para mí. Le he dicho que me interesaba.

- Pues ya sabe. Mil euros de fianza y quinientos de alquiler. La comunidad y el agua están incluidos.

He sacado quinientos euros de un cajero cercano y se los he dado a modo de señal. Formalizamos el contrato mañana. No sé por qué razón he rehusado a ver los otros dos pisos, pero realmente creo que es por no perder el tiempo con estas cosas. De todas formas, sólo pienso pagar la primera mensualidad.

El resto de la mañana la he pasado en agencias de viajes buscando algunos destinos para esta Semana Santa. No quiero quedarme estos días en una Málaga oliendo a incienso. Y menos viviendo en el centro. Al final, he decidido dejar esa escapada para cuando obtenga el despido y el divorcio. Me he acordado de los niños y he ido a buscarlos a la puerta del colegio. Claro está, allí aguardaba Teresa. Me ha llamado la atención que estuviera risueña y charlara abiertamente con las madres de otros niños. Se supone que está sufriendo.
Me he mantenido a una distancia prudente para que ni ella ni mis hijos me percibieran. Con eso ha sido suficiente. Es mejor que me vaya desligando sentimentalmente de los dos pequeños. De lo contrario, sufriré mucho más según vaya llegando el inexorable fin del mundo.

Con mi diminuto netbook he pasado casi todo el día en el interior de Café con Libros. He tomado dos cañas, un crêpe salado, una ensalada César, un café y dos chupitos de pacharán.. A pesar de los ruidos de las obras de la plaza de la Merced, me he evadido desde la una hasta casi las ocho de la tarde mirando en Internet varios blogs y páginas que hablan del fin del mundo. Me ha impresionado la frialdad de algunos foros frente al radicalismo de otros. He guardado en favoritos una noticia de Libertad Digital, en la que se habla de una empresa que vende billetes para una nave que intentará escapar de la destrucción total en 2012. El hombre siempre buscará el negocio en cualquier resquicio. Nunca se sabe. Quizás contacte con ellos.

Cuando la sombra parecía aliviar a los 'guiris' que se tostaban con algo de masoquismo en la terraza, me ha llamado Gabi para avisarme que, como cada miércoles, tocaba reunión. Además de nosotros dos, han acudido al encuentro Cristóbal y Jaime. La cena ha consistido en unas salchichas alemanas, dos pizzas marineras, algunos embutidos ibéricos y una ensalada de rúcula y queso de cabra. Alguien ha bromeado con el toque gay que tenía este último plato. Hemos digerido cuatro litronas de Cruzcampo y una botella entera del antes mencionado Tanqueray. Se ha hablado de fútbol durante y después del partido. Y creo que han evadido hablar del fin del mundo porque me toman por un pirado. Allá ellos.

Ahora nos quedan 616 días.

1 comentario:

  1. A este paso, antes de que a Ernesto se le acabe el mundo, tendremos que ingresarlo en "Proyecto Hombre"

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