lunes, 2 de mayo de 2011

Quedan 597 días (De Alquife a Alemania)

Si no recuerdo mal, abandoné mi relato en la noche del viernes. No me esperaba gran cosa de las fiestas patronales de Alquife y terminé pasándomelo bien. Esa misma velada me atiborré de JB con Coca-Cola en el único pub del pueblo y me convertí en un alquifeño más. Al parecer, hablé con todos, bailé sin parar y me subí a un andamio, que, no sé por qué, tenían en el interior, para mostrar mis escasas dotes danzarinas. Terminamos desayunando cerca de las nueve de la mañana churros de chocolate con chocolate. Y no me resultó empalagoso. Dormí hasta las cuatro de la tarde y por qué me sacaron de la cama. Esa gente no tiene límites. Cerveza con algo de comida y después varios digestivos con algo de café. De ahí, a una siesta reparadora para tomar fuerzas para la noche del Palo. Extraña y singular costumbre la alquifeña para sus fiestas patronales. La tradición manda que hay que explotar una larga ristra de cohetes que se amarran a un poste de la luz. Es la singular forma de rememorar su pasado minero. El alquifeño común entra en éxtasis en el momento en el que se prende fuego y aquello hace un estruendo brutal junto a la imagen de San Hermenegildo. Ya me advirtieron que este año había una carga de pólvora por encima de lo habitual. Y las consecuencias las sufrió la imagen del patrón. Tal fue la intensidad de la explosión que fue decapitado. Su cabeza rodó por una de las calles en pendiente que hay junto a la plaza. Un grupo de beatas puso el grito en el cielo y nunca mejor dicho. Aseguraban que era un mal presagio. Pues, claro, el mundo se acaba en poco más de año y medio. Los amigos de Rubén y Gabi se lo tomaron con filosofía y repetimos una madrugada rebozada en alcohol. Algo tendrá el aire de Alquife que potencia el estado de embriaguez y lo mezcla con algo de adrenalina.
Como quien recibe una paliza merecida, los malagueños abandonamos ayer el pueblo, pero con la intención de querer repetir una juerga alquifeña. El trayecto de vuelta hizo que nos recuperáramos del desgaste físico y psíquico. Y los tres acordamos tomar algo en el centro de Málaga. Gabi nos propuso El Tapeo del Cervantes, un bar argentino que me sorprendió por su calidad. He pasado mucho por la puerta desde que vivo por allí, pero nunca me había percatado realmente de su existencia. Nos prepararon empanadillas, chorizo criollo, atún rojo con puré de coliflor y unas mollejas de ternera, que fueron regados convenientemente con un Vega de Geva. Inmejorable.
De allí, intentamos retirarnos, pero pasamos por la puerta del Onda Pasadena y éste nos abdujo. Allí nos encontramos con Claude, un amigo francés de Rubén que resultaba ser el cocinero de Pomelo, aquel restaurante al que llevé a Raquel, la multiorgásmica. Un tipo majo que contó mil anécdotas sobre sus peripecias en España. Precisamente, estaba celebrando su inminente cambio de restaurante. Hablé con él de gastronomía, vino y mujeres. Y por ese orden lógico. Todo eso sucedía mientras que Gabi y Rubén asaltaban a un grupo de alemanas, que mal asesoradas por alguna guía alternativa habían terminado en aquel antro. Aproveché mis conocimientos de alemán para llevar la voz cantante y conseguir que al día siguiente, es decir, hoy lunes, hubiera un hermanamiento germano-malagueño. Decidimos llevarlas a la playa de Los Álamos. De las seis que estaban allí, sólo se han presentado esta mañana dos, Mathilda y Zelma, pero por lo menos han sido las de más calidad corpórea.

- Hay un problema, amigos. Somos impares -ha sentenciado Rubén en cuanto los cinco nos hemos metido en el coche.
- ¿Lo echamos a suerte? -he preguntado ingenuamente.
- Ellas eligen, Ernesto -me ha dicho Gabi a modo de reproche.

Y, efectivamente, ellas han escogido. A Rubén y al que se defendía con su idioma, yo. Como el tiempo no era el mejor, nos hemos quedado dentro del chiringuito Sol y Playa bebiendo mojitos. Después de varios combinados cubanos, la diosa Eros ha llamado a la puerta de las dos germanas. En mis brazos ha caído Zelma, que cumple con casi todos los cánones de belleza alemana, alta y con prominentes curvas. Mathilda, escuálida, se ha rendido ante los encantos de Rubén. Gabi no se lo ha tomado mal, pero ha insistido en devolvernos a Málaga lo antes posible. Por el camino, Zelma, totalmente ebria, ha deslizado sus manos por debajo de mi pantalón buscando su trofeo. Después ha comenzado a quitarse las medias y los zapatos porque decía que tenía calor. Lo ha hecho con tanta virulencia que casi ha provocado una accidente. A Gabi no le ha hecho nada de gracia que le cayera al volante las medias de la nibelunga. Nos ha dejado a los cuatro en la Alameda. Hemos dado un espectáculo lamentable por calle Larios. Mathilda ha dejado un vómito junto a uno de los bancos de piedra. Mientras le atendía Rubén, he hecho mutis por el foro con Zelma y la he convencido para ir a mi casa para "descansar". Y eso es lo que ha hecho, pero profundamente. Se ha quitado la ropa, pero se ha quedado con su ropa interior. Y ahora mientras escribo, ronca con una tonalidad que me recuerda a la vaca burra. Como todavía sigo bajo los efectos de esta extensa borrachera de tres días, me lo he tomado con humor. Tarde o temprano se despertará y ahí estaré yo. Entretanto, me deleito con sus bufidos, que ya me parecen poesía. Creo que hasta riman. Mientras aguardo, me doy cuenta de que ya sólo nos quedan 597 días.

3 comentarios:

  1. Y no follaste en Alquife? Pues eso es raro...

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  2. Espero que te la follaras, para futuras experiencias antes del fin del mundo te aconsejo vivamente un masaje+pajote de lujo en Tantra Málaga, muy cerquita de donde tú vives. Un tio como tú se lo merece, me caes bien.

    Busca en google "tantra málaga" y sale lo primero. Si te gusta, me dedicas la entrada.

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  3. raro??? lo raro es follar el Alquife.. k se folla menos k en el Vaticano...

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