martes, 15 de noviembre de 2011

Quedan 401 días (Veinte días después)

De nuevo han pasado una veintena de días para que vuelva a escribir. Tengo que reconocer que desde que sé que estáis leyéndome (puedo ver el número de visitas del blog del pirata que se hace llamar 'Hedonista') me siento algo intimidado. He llegado incluso a plantearme dejar de escribir, pero ahora no tendría sentido. De hecho, tampoco lo tendría que siga haciéndolo. ¡Qué se yo! Reconozco que los dos últimos comentarios anónimos me han alegrado bastante. De hecho me estoy llegando a plantear una fiesta salvaje en mi nuevo hogar.Conseguí hacerme con un magnífico ático de la plaza de la Constitución hace ya casi tres semanas. Tengo una gran terraza y unas vistas magníficas. No tiene sentido que desaprovechemos tan brillante ubicación. Lo idóneo sería hacer un gran encuentro anónimo. Si queréis, con máscaras. Cada hombre debería aportar al menos dos mujeres y ninguna de ellas debería tener una relación sentimental. Bueno, si la tuviera, debería estar abierta a un intercambio de pareja. La fecha puede ser el próximo 21 de diciembre, cuando que de justo un año para el fin del mundo. Lo de sacarse los penes al principio me parece demasiado soez. Es preferible que la noche hable por sí sola y no adelantar acontecimientos. ¿Qué os parece? Yo pondría la bebida y la comida, por supuesto. Espero ser un buen anfitrión. Es más, estoy dispuesto a aportar a Kasienka, mi querida polaca de ojos azules. Abandoné mis relatos justo antes de tener una cita con ella en Málaga. Ya os dije que mi objetivo era beneficiármela, pero no fue fácil lograrlo. La invité a quedarse en mi casa, pero terminó quedándose en la de una compatriota suya. Intenté no sentirme molesto y le eché paciencia. Tres citas más hicieron falta para convencerla y llevarla este pasado fin de semana al Hotel Convento de La Magdalena, un cinco estrellas situado en un recóndito enclave de Antequera. Un fin de semana romántico en una 'suite junior' que me ha salido por poco más de doscientos euros. Mereció la pena. Allí se entregó con bastante promiscuidad. La botella de vodka Diva Premium que nos subimos a la habitación fue el detonante de un fin de semana de éxtasis sexual. En la primera velada me dejó exhausto, pero al amanecer recobré fuerzas. Nos llamaron la atención por sus alaridos. Sexo del bueno, sin tabúes ni delicadezas. Aviso: En la fiesta la cambio por alguna similar, así que si ya habéis pensado en ella, necesito una desinhibida similar. Y, por supuesto, que esté de muy buen ver. Nada de orondas de carnes flácidas.
Durante estos veinte días han pasado muchas cosas, pero tampoco quiero aburriros con las gestiones que he realizado en Gibraltar o con las peleas que tengo con el vecino de abajo por el volumen de la música. He comprado billetes a Dublín para los primeros días de diciembre. . He salido varias noches por el centro en solitario y me lo he llegado a pasarlo muy bien. Eso sí, no he conseguido ligar con ninguna. A punto estuvo de caer una chica bastante ebria, pero sus amigas me calaron muy pronto. Las muy zorras impidieron que me la llevara a casa. Lo de ir solo por los bares no tiene que dar muy buen escaparate. Creo que he dado la sensación de ser un psicópata. Hace dos semanas encontré de nuevo a Gabi y sus secuaces. Les conté resumidamente mis historias y ellos las suyas, que apenas las recuerdo porque no me interesan un bledo. Me propusieron ir este próximo fin de semana a una casa rural. Cinco habitaciones, cuatro hombres (incluido yo) y ocho mujeres. La cosa promete. Me han dicho que van a llevar 'monguis'. Creo que es un hongo alucinógeno. No estoy seguro si lo probaré. Si algunos de los que lean esto en el blog de mi querido bucanero de las letras lo ha catado, que me diga su experiencia, por favor.
Mientras todo esto ocurre el mundo sigue con su particular agonía ecológica y económica. El desastre está cada vez más cerca y muy pocos lo vemos. Siguen creciendo las revueltas y la madre tierra muestra algunas señales de lo que será su gran venganza. Quedan 401 días. Mañana será una cifra más redonda y espero que mucho lo reflexionéis. Pensad en que yo empecé a escribir hace 225 días. Muchas cosas han cambiado a peor desde entonces. Ahora la progresión no va a ser aritmética sino geométrica. Amigos, hay que apretarse bien los machos. Lo dicho. Quedan sólo 401 días. Sed felices mientras tanto.

miércoles, 26 de octubre de 2011

Quedan 421 días (Predicciones para los próximos meses avaladas por los mayas)

Llevo casi veinte días sin escribir ni una palabra. Realmente no he conseguido sobreponerme del todo al hecho de que llevéis más de seis meses leyéndome. Y yo sin enterarme.Durante las tres últimas semanas he estado analizando los comentarios que me habéis dejado. En general, tengo la sensación de que me tomáis por un pirado. No tengo que demostrar nada a nadie. Pero, como dije en el anterior relato, voy a seguir escribiendo y guardando los textos en mi cuenta de hotmail, que está hackeada. No voy a cambiar la contraseña para ponérselo fácil al pirata que cuelga todo esto en la red. Lo hago porque no me importa para nada vuestra opinión. Yo continúo viviendo de la mejor forma posible el poco tiempo que nos queda, mientras que vosotros os limitáis a reíros de mí. Cuando el sabio señala a la Luna, los tontos miran el dedo.O algo así.
Lo que no entiendo es por qué no os dais cuenta de lo que está pasando últimamente. Sin ir más lejos, desde la última vez que escribí ha habido varios terremotos (Uno de ellos muy cerquita de aquí), siguen incrementándose el movimiento de los indignados, la economía sigue resintiéndose en todo el mundo,... Esto es el principio del fin. Advertidos quedáis. Estamos cumpliendo un ciclo planetario, que se hará más evidente y definitivo en 2012. No lo digo yo, lo dicen los científicos.Son muchos los que ya avisan de que el planeta se va a resentir muy pronto. Después está el factor humano, claro. Los descontentos contra el abuso de unos pocos. Se está dejando notar y se hará más evidente en los próximos meses. Es más, me temo que cuando entremos en el próximo año, me resulte a mí también más difícil de los placeres que nos ofrece la vida en estos tiempos. Seguro que ninguno de vosotros se ha preocupado en este tiempo de averiguar lo que se dice en el el Chilam Balam de Chumayel, el libro sagrado de los mayas. En él encontraréis algunas claves importantes. Os recuerdo que esta civilización, llena de misterios sin dilucidar aún hoy día, es la que más os pueden sorprender por sus aciertos científicos. Sabían sobre todo de astrología. Predijeron eclipses y sabían perfectamente la trayectoria que iban a recorrer algunos meteoritos. Ellos predijeron que desde el eclipse de 1999 en adelante el mundo se iría preparando para el final de los días. Llevamos más de una década viendo como los desastres naturales van en aumento, los conflictos bélicos no paran de soliviantar a algunos pueblos oprimidos, el cambio climático se deja notar y la economía internacional ha conseguido tocar techo y suelo en cuestión de meses en el mundo que se supone más civilizado. Todo eso es lo que predicen las escrituras más valoradas de los mayas. No me invento nada. Podría estar horas escribiendo, pero no os lo voy a dar todo hecho. Sólo puedo adelantaros que, por lo que he deducido durante años dedicados a este tema, en los próximos meses (seguramente antes de final de año o en el próximo invierno) vamos a vivir un gran desorden social y una de nuestras formas más importantes de comunicación va a poner en evidencia la capacidad tecnológica del sistema actual. Mi buen amigo pirata espero que subraye esto para que quede constancia y veáis que no estoy tan loco como pensáis.
Mientras tanto, la vida continúa. Y la mía no va mal. Se acabó el verano, pero realmente fue hace poco.Por culpa de mi supuesta 'locura' he tenido que posponer mi viaje a Dublín. Seguramente lo harén en unas cuantas semanas. Me ha venido bien para aprovechar el buen tiempo que nos quedaba aquí. Al final, me quedo con los meses de septiembre y octubre en nuestra querida Costa del Sol. Para quitarme las penas por lo que habéis puesto de mí en ese blog, me fui una semana al hotel de Benahavís donde se alojó la familia de Obama. Toda una semana de descanso y relax: Masajes, hidroterapia, grandes comilonas en los restaurantes del pueblo y mucho vino. Mi salud ha mejorado notablemente. Lo noto. Quizás sea porque también he conocido en el hotel a una camarera polaco que me ha encandilado. Se llama Kasienka, que traducido a nuestro idioma significaría algo así como pura. No creo que lo sea mucho, pero poco me importan. No me atrae por la castidad que se desprendería de su nombre sino más bien por sus curvas. Soy así de simple en estos tiempos que corren. He coqueteado varias veces con ella durante mi estancia, pero ha sido tan profesional que casi me voy sin conseguir su teléfono. Al final, me lo pasó debajo de una servilleta en la penúltima noche que estuve alojado allí. Al día siguiente descansaba, así que la llamé y la invité a dar un paseo por Puerto Banús. Habla bastante bien español y es muy agradable. Además de su cuerpo voluptuoso, tiene una cabeza con ojos azules, cabello rubio y una boca enorme que iluminaría la noche más triste con sólo sonreír. Perdonad por lo poético que me he puesto. Puede que ella lo merezca, pero yo lo único que quiero ahora mismo es tirármela. Y no una vez, claro. Hasta que quede bien saciado. Por eso, la he invitado a visitarme en Málaga el próximo lunes. Descansa ese día y el martes, así que aprovecharé bien la ocasión. Por eso, lo primero que he hecho cuando he llegado a mi casita de Pedregalejo ha sido coger lo necesario y buscar un piso con más estilo en el centro histórico. Mañana voy a ver un ático cercano a la plaza de la Constitución. Cuesta 900 euros al mes y me piden dos meses de fianza. Por eso, he tenido que retirar parte de la cuenta que tengo en Gibraltar. De todas formas, pagaré dos mensualidades, dejaré dos o tres por pagar y me marcharé a otra morada.
Mientras tanto, los días pasan y ahora sólo os queda, nos quedan 421 días para el fin del mundo.

viernes, 7 de octubre de 2011

Quedan 440 días (Descubriendo la existencia del blog)

Ahora sé que me lees. Bueno, tú y algunos cientos de individuos. Y yo pensaba que esto que escribía quedaba simplemente archivado en mi correo electrónico. Hace unos meses, cuando empecé a escribir este diario -o más bien semanario-, decidí guardar cada uno de mis relatos en una cuenta de Hotmail que había creado para ese fin. Durante este tiempo he confiado en que era la mejor forma de preservar mis experiencias, a pesar de que estaba convencido que nadie las iba a leer. Pero, algún avispado informático ha conseguido averiguar mi contraseña e ir colgando cada una de las letras que he escrito en un blog, al que ha titulado "Esto se va a la mierda". ¡Enhorabuena! Ahora sabéis algo más de mí. Después de varios días cavilando he decidido seguir escribiendo y ahora sabiendo que me lee un público. Casi cinco mil personas han perdido el tiempo en leer lo que me ha pasado, lo que he pensado. Imagino que os habréis reído con mis historias. Os aplaudo. Yo también lo hubiera hecho. Y, por esa razón, voy a continuar escribiendo y guardando los textos en mi cuenta de correo; así el listo de turno que la ha 'hackeado' podrá seguir colgando los 'posts' en ese blog. Ahora escribiré sabiendo que me leéis, que tengo un público. Hasta hay una página de Facebook que tiene relación directa con el blog.
¿Que cómo he descubierto todo esto? Buscando en Internet temas relacionados con el fin del mundo. Imaginad queridos amigos la cara de sorpresa que puse cuando me leí. Eso sí, os aseguro que los títulos que pone mi querido pirata no son los mismos que pondría yo. A mí me basta con la cuenta atrás. Él se mofa de mí y pone títulos que aluden al "vampirito". Eso sí, ahora que sé que me seguís de alguna forma, pienso contaros las cosas como son. Algunas las he omitido porque ya las tengo asumidas, pero usaré algo de didáctica para que sepáis el horroroso fin que nos/os espera.
Pero, antes, queridos y anónimos amigos, debo explicar con algo de detenimiento lo que ha pasado en estas casi dos semanas que me he ausentado de vuestras pantallas. Recordaréis que había un tipo que me perseguía. Conseguí hablar con él. Por desgracia para mí, claro. Hace ya casi dos semanas lo vi de lejos en calle Larios. Se dirigía hacia mí con cierta parsimonia. Me estremecí cuando vi que se acercaba a mí con la mirada fija en mí.
- Imagino que quieres saber quién soy y por qué te sigo -me dijo fríamente sin ni siquiera darme un buenos días.
- Pues sí. Y gracias por ahorrarme la saliva -me salió aún más impertinente de lo que podáis deducir en vuestra lectura.
- Nos tomamos un café aquí -señaló a la cafetería Lepanto- y hablamos un poco. ¿Te parece?

Asentí y nos acomodamos en la terraza. Para ganarse mi confianza me aseguró que conocía mis teorías, pero que quería conocerlas con más detenimiento. Creí que era cierto y con el desparpajo de un erudito diserté durante varios minutos sobre el fin del mundo. Mayas, Nostradamus, Nasa... El tipo tomaba notas, pero no expresaba mucho convencimiento.

- ¿Qué escribes? -le pregunté.
- No quiero perder detalles -su respuesta fue tan falsa como improvisada.

Pocos minutos más tarde se acercaron hasta allí dos individuos de cierta corpulencia.

- Señor González, por favor, tiene que acompañarnos -el cerrado acento malagueño evidenciaba que no pertenecían a ningún servicio secreto.
- ¿Dónde? -pregunté con cierto nerviosismo.
- En un sitio mucho más tranquilo.No se preocupe. No le va a pasar nada malo -tras oír esas palabras miré a mi compañero de mesa, que hizo un gesto de aprobación.

Desgraciadamente confíe en esas palabras. Me condujeron hasta la esquina de la calle Larios con la Alameda. Allí, junto al Women's Secret había una furgoneta blanca parada. Entré con ellos. A partir de ahí sólo recuerdo despertarme en una habitación. Estaba mareado. Bueno, más bien sedado. Teresa me miraba detrás de un cristal junto a dos individuos con batas blancas.Pensé que era una pesadilla. Me percaté de que mis muñecas estaban atadas a los extremos de la cama. ¡Estaba en un manicomio! Bueno, llamadlo psiquiátrico. Me tomaron por loco por culpa de la vaca burra. Esa desgraciada convenció a los gestores de aquel hospital de pirados que yo no estaba en mis cabales. Durante más de una semana y media he estado allí contra mi voluntad. Me han hecho cientos de preguntas sobre el fin del mundo, pero lo he negado todo para que me dejaran salir. No ha sido fácil, pero desde ayer estoy fuera.
Imaginad, queridos amigos, cómo me siento. Me toman por un majara sectáreo por mis creencias. Y un día después, entro en un buscador de Internet y descubro que hay casi cinco mil persona que saben de mí por un blog donde relato sin ningún pudor lo que pienso y lo que me pasa.
Pues, como os decía más arriba, si queréis saberlo todo, seguid leyendo esto. Vais a conocer con algo más de detalle lo que va a pasar dentro de 440 días. Yo ya lo he asumido, pero ¿y vosotros? No me importa mucho saber quién es el que se aprovecha de mis textos para hacer un blog. Se oculta bajo el seudónimo de "Hedonista". También hay muchos que han hecho comentarios hirientes, pero no me importan. Yo sólo me centro en disfrutar de esta recta final. Y ahora os digo a todos que sólo quedan 440 días. Aprovechadlos. Si podéis, claro.

viernes, 23 de septiembre de 2011

Quedan 454 días (Preocupaciones terrenales y siderales)

Llevo toda esta semana reflexionando sobre el misterioso tipo que creo que me persigue y sobre el futuro del planeta. Se supone que dentro de unas horas caerá en alguna parte del globo terráqueo uno de los satélites artificiales que durante años ha permanecido en órbita sin hacer daño a nadie. Ahora lo podría hacer. ¿Dónde caerá? Ésa es la preocupación de muchos. La Nasa juega al despiste, pero no porque no sepa el lugar exacto de su impacto. Llevo años leyendo informes y libros relacionados con este ente internacional y estoy seguro de que es una nueva cortina de humo. Y a los datos me remito. El próximo 8 de octubre vamos a tener un preámbulo de lo que puede acontecer dentro de 454 días. Me estoy refiriendo a Las Dracónidas, una lluvia de meteoritos que afectará precisamente a los satélites que operan en el espacio exterior. Estoy seguro que esto es un aviso. En el  otoño de 2012 tendremos consecuencias nefastas que nos llevarán a la desaparición. No sé si tardaremos horas, días o meses, pero la cuestión es que la tormenta solar que se avecina para dentro de un año y tres meses nos eliminará de la faz de la tierra.
Puede ser que dentro de poco muchos empiecen ya a temer lo peor. Yo lo he hecho hace tiempo y lo he asumido. No sé si es mi deber avisar a los demás, pero tampoco quiero que me tomen por loco y me confundan con el potencial líder de una secta.
Me preocupa mucho más mi futuro personal. En un año y tres meses que me quedan tengo que aprovechar al máximo los placeres de la vida y evitar en la medida de lo posible la negatividad que me ha rodeado en estas últimas semanas. Y lo que me desconcierta ahora es este tipo misterioso que ha vuelto a aparecer esta semana. He verificado que es imposible que hiciera el recorrido desde Lituania a Málaga en cuatro horas. A menos que cogiera un jet privado, claro. Eso lo situaría en un nivel económico muy elevado. Puede ser también que trabaje a las órdenes de una persona o una institución muy acaudalada. Otra posibilidad es que no sea la misma persona. Un gemelo, quizás.
Pero, la cuestión que ahora me trae de cabeza es que ha vuelto a salir en escena. Y estoy seguro de que me sigue. El martes fui a la agencia de viajes que hay en calle San Juan para pedir presupuesto para un futuro viaje (aún no lo tengo claro: Lisboa, Amsterdam, Praga, Berlín o Viena). Mientras que la chica me consultaba algunos precios en su ordenador, vi su rostro a través del escaparate. Ni siquiera disimuló viendo los carteles con las ofertas. Me miraba fijamente. Estaba hierático. Su rostro no mostraba ninguna mueca, pero sin parecer excesivamente rígido. Aún así desprendía seriedad. Me temblaron las piernas, pero le eché valor y salí a buscarlo. No quise ser brusco, pero en cuanto me vio levantarme de la silla, emprendió su huida. No lo vi correr, pero sí iba con paso firme y acelerado. Intenté alcanzarlo, pero se metió por un callejón que conduce al aparcamiento de calle Camas. Y al girar en la esquina lo perdí de vista. Llegué asfixiado por mi esfuerzo y grité impotente un 'hijo de puta'. Anduve por la zona durante unos minutos y me rendí.
Pensé que lo mejor era volver a la agencia y seguir con mis planes. Olvidarme de ese tipo y, sobre todo, no obsesionarme con su procedencia. Entré de nuevo al establecimiento y la chica que me atendía me lanzó una mirada de reproche.

- Lo siento -dije lanzando una sonrisa-. Necesitaba contactar con una persona.
- No pasa nada, pero, es la misma excusa que me puso usted la otra vez.
- ¿La otra vez? -pregunté inquieto.
- Hace dos o tres semanas.. Hizo usted lo mismo. Se levantó y sin decir nada salió corriendo por la puerta. Después pidió disculpas y me siguió pidiendo más información.
- Perdón, creo que me confunde con otra persona. Yo no vengo por aquí desde hace por lo menos un mes. Además, hace tres semanas estaba en Dublín.
- Lo sé. Fue después de su viaje. Le estuvo contando a mi compañera su experiencia en la fábrica de Guiness -confiaba en lo que decía y me lo expresó con su mirada.
- No, creo que está en un error.
- Bueno, piense lo que quiera. Dejemoslo así. El cliente siempre tiene la razón, ¿no? -me respondió con una mueca llena de ironía a la que no pude rebatir.

La conversación me desorientó y provocó que no me concentrara en las ofertas para este otoño. Dije que me tenía que ir porque llegaba tarde a una cita, pero realmente necesitaba huir de allí.
Llevo dos días dándole vueltas a esa posible confusión. Y realmente he llegado a estar desconcertado. Pese a ello, lo más lógico es que me haya confundido con otra persona. He perdido el apetito y he terminado dos días comiendo kebabs que ni siquiera llego a devorar al completo.

Además de eso, tengo poco más que contar. Conocí a las amigas de la novia de Gabi el sábado. Una morena, una rubia y una pelirroja. Dicho así parecen ideales, aunque no son precisamente la perfección física. Pero, mucho sospecho que sus principales taras no están en sus respectivas apariencias. Más bien diría yo que andan un poquito tocadas. De todas formas nos reímos bastante tanto ellas como yo. Les conté mis creencias y se lo tomaron como si fuera una broma de mi parte. Gabi y su novia, Arantxa, estaban más preocupados por dar exhibiciones públicas de amor. La morena se llama Lina (de Catalina, creo); la rubia, Sonia; y de la pelirroja no me acuerdo de su nombre porque sus propias amigas la llaman por el apodo de "Pipi". Podría haber sido peor: la "Calzaslargas, por ejemplo. Físicamente la morena tiene un cuerpo de diez. Es una lástima que su cara no le acompañe. La rubia tampoco es que esté mal, pero he de reconocer que el hecho de que bizquee me echa un poquito para atrás. Cuando estábamos embriagados aludí a un eufemismo de Bukowski que no llegó a entender. Le dije que sus ojos no se terminaban de coordinar.
Este fin de semana volveremos a salir. Preguntaré a Gabi si tengo posibilidades con alguna. Espero que no sea con la pelirroja. No me atraen mucho sus pecas en el cuerpo.Intentaré que éstas sean mis preocupaciones, por muy banales que parezcan, y no otras. Mientras tanto, tomo conciencia de que quedan tan sólo 454 días para que todo esto se vaya al carajo.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Quedan 460 días (¿Esquizofrenia paranoide o un hombre misterioso?)

Dublín es una ciudad sorprendentemente pequeña. Bueno, al menos lo es su casco antiguo. Muy poco he visto de lo que dejó escrito James Joyce. Ni rastro de su Ulysses. Mucho souvenir y mucho bar irlandés. También abundan sus bebidas tópicas, la Guiness y el Jameson. De la primera vi su fábrica y me he bebido en una sermana casi diez litros. Viajar en solitario termina siendo a veces tan aburrido que uno suma sus ingestas alcohólicas. Dublín no me ha parecido del todo anodino, pero podría haber sido mejor. La compañía de una mujer me hubiera ido bien, aunque con las miles de tiendas que hay en su centro histórico lo mismo podría haber sido una pesadilla.
Ha sido una semana que me ha venido bien para desconectar. El sol no calienta allí demasiado y menos si se comporta con timidez y se esconde a menudo entre nubes. He evitado días de calor en Málaga y he conseguido ordenar algunas ideas. Necesito relacionarme más, pero también elegir bien mis compañías. Nada de Albertllanes ni Marcelas. Me han aportado más perjuicios que beneficios. Debo ir en busca de Gabi y Rubén. Y quizás de Mónica. No descarto volver a quedar con Zelma. La última vez que la vi fue en la cena que tuvimos en Pedregalejo, pero no me comí un colín con ella.

Pese a estas buenas ideas, mi cabeza está dándole vueltas a algunos cabos sin atar. Espero que aquella sustancia que me dieron en la fiesta de Albertllanes no sea la culpable. Tampoco quiero parecer un paranoico. La cuestión es que noto que me alguien me sigue. En Dublín, no, pero por Málaga sí. Hace dos semanas en el aeropuerto vi a un tipo con chaqueta que no me quitaba el ojo de encima. Estaba inquieto, pero quise pensar que me confundía con otra persona. Me contemplaba mientras pasaba el control de seguridad. A partir de ahí lo perdí de vista. Justo a la vuelta el tipo estaba esperando como un familiar más en la salida de pasajeros. Llevaba el mismo traje negro, algo muy llamativo en pleno mes de septiembre en Málaga. Debía tener unos cuarenta años. Pelo negro, mi misma altura y una complexión atlética. Me inquietaba su mirada. Si me vigilaba, parecía tener la necesidad de que yo lo supiera. Salí a buscar un taxi y notaba que me seguía, pero, cuando me quise dar la vuelta para preguntar qué quería, no estaba. ¿Será mi imaginación? ¿Algún tipo de paranoia? ¿Un brote de esquizofrenia?
La semana ha pasado y no he querido pensar mucho en aquel tipo. He vuelto a establecer contactos con Gabi, pero se ha echado una novia. Dice que la conoció en feria y que tiene muchas amigas de buen ver. Ha insistido en que esta noche salga con ellos dos y las chicas. He dicho que sí y hasta me he ilusionado.Gente con la que hablar. Creo que echaba de menos eso. Que me escuchen.
Anoche, sin embargo, me di una vuelta por el centro. Solitario, pero feliz porque sé que esta noche alguien oirá lo que tengo que decir. Paseaba por la calle Caldererías rumbo a casa después de haber tomado un par de Alhambra 1925 cuando me tropecé de nuevo con ese tipo sospechoso. Iba con una ropa más de esta época del año. Camisa de manga corta y pantalón de lino. Ambos de color beige. Estaba fumando un cigarrillo sentado el restaurante Chiqui. Tenía la mirada ausente, pero sé que adivinó mi presencia. Dudé. Quise preguntarle quién era, pero no me vi capaz. Quise pensar que todo aquello era casualidad. Quizás acompañó y recogió a alguien que iba y venía en el mismo avión que yo. Y anoche simplemente disfrutaba de una cena tranquila y en solitario, como he hecho yo a menudo en los últimos meses.
Todo eso podía ser normal, pero no que apareciera en una fotografía del periódico esta mañana como público en un partido de baloncesto que se jugó ayer en Lituania a las cuatro de la tarde. He mirado bien la imagen y sé qué es él. Además, llevaba de nuevo ese traje negro. Quiero quitarle importancia, pero no puedo del todo porque no soy capaz de encontrarle el sentido. No tiene lógica. Es posible, pero poco probable que haya sido capaz de hacer en tan poco tiempo un viaje desde Kaunas por Málaga. Necesariamente tendría que haber pasado por otro aeropuerto.
Estoy llegando a pensar que es una mala jugada de mi cada vez má maltrecha cabeza. El golpe de la botella de Larios, la sustancia alucinógena que me dieron en la fiesta o el abuso del alcohol pueden ser los culpables. Si me lo vuelvo a encontrar, intentaré hablar con él. Yo no debería estar preocupado por nada de esto. Sólo tendría que estar centrado en disfrutar de los 460 días que quedan para que esto desaparezca.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Quedan 475 días (después de la tormenta llega la calma)

Ha terminado el aciago agosto y septiembre se ha despertado con una sonrisa para mí. Ya no llevo mi férula ni la muleta, aunque reconozco que mi tobillo todavía se resiente. Mi pierna ha perdido masa muscular y, por eso, uso estos días pantalón largo. Me enfrento al calor veraniego malagueño sin reparos. Después de unos días de ansiedad y de desasosiego, he decidido apostar por la vitalidad. No voy a caer en el pesimismo. Las malas rachas están para superarlas. Y así lo hago. Creo que mi salud ha mejorado notablemente desde que he cambiado algunos hábitos alimenticios. También he reducido mi ingestas de mojito y gin tonic. Ahora me ha dado por la cerveza y creo que estoy redescubriendo su sabor. Además, creo que es lo más idóneo ahora que me voy a Dublín. Mañana salgo de madrugada dispuesto a disfrutar de sus 'birras', de sus 'pubs', de su clima y de su gente. Dicen que es una tierra hospitalaria. Espero que sea así y que me acoja lo mejor posible. De momento, sé que allí me esperan. He contactado a través de un foro de viajero con un grupo de alemanes y otro de españoles para compartir experiencias y buenos ratos. ¿Por qué no? Ya estoy hartándome de tanta soledad. Creo que tengo que aprovecharme de la bondad humana en estos últimos días. Lo que no sé es si contarles o no mis teorías. No quiero que me miren como a un loco.

Durante esta última semana todo no ha sido reflexionar. He tenido algunas experiencias desagradables, como el juicio rápido por la agresión de Teresa. Fue el miércoles. El juez me recriminó que en mi relato de los hechos me refiriera a mi ex mujer como la 'vaca burra'. Tengo que reconocer que perdí un poco los papeles al recordar la paliza que me propinó. Al final, todo se queda en una sanción económica para ella. No tengo ni siquiera derecho a una indemnización por los días pasados en el hospital. Pienso que me merecería alguna compensación. La vaca burra mostró su arrepentimiento y soltó algunas lágrimas. Su abogado defendió que la agresión respondió a una provocación previa, a la que se añadía el estado de embriaguez y la consiguiente enajenación mental transitoria. No creo que estuviera tan borracha, pero no pienso darle más vueltas al asunto. El juez tampoco creyó conveniente seguir con la orden de alejamiento y me ha reprochado que no quiera a ver mis hijos. También salió a la luz mi fuga del hospital con el desgraciado de Albertllanes. ¿Dónde andará ese pendejo?

Y ayer estuve en Gibraltar. He sacado algo de dinero del 'fondo de inversiones'. Afortunadamente, Teresa parece haberse olvidado de lo que pidió su abogada en el divorcio. No tienen pruebas de que exista y que realmente sea una sociedad ficticia en el Peñón. Mejor así. Aproveché el día para recordar mi estancia en Londres. Y todo eso evocó también a esa loca argentina de la que no sé absolutamente nada. Ni de Marcela ni de Mónica. En estos días convulsos he llegado a pensar que realmente ninguna de las dos existen y son fruto de mi imaginación. Pero, eso es imposible. No creo que sea un esquizofrénico. Estoy seguro que mucha gente lo piensa. O eso o que soy un paranoico. O simplemente un loco de atar. Rubén, Gabi y compañía no quieren saber mucho de mí. No me importa mucho. Del que no quiero volver a saber nada es de Albertllanes y de sus amigos, pero algo me dice que aparecerán tarde o temprano. Málaga es una gran ciudad donde todo el mundo se conoce.

Pero yo estoy ahora en lo mío, es decir, en disfrutar de la vida. Y pienso completamente en Dublín. A la vuelta de Gibraltar en taxi llovió. El tiempo me hace un guiño de lo que me voy a encontrar allí. No me importa para nada que haga frío. Llevo varios días más que harto del calor malagueño.

Mientras todo esto acontece, el calendario inverso no para y ya sólo quedan 475 días para el fin del mundo.

viernes, 26 de agosto de 2011

Quedan 482 días (Otra vez en el hospital)

No paso por mi mejor momento. Mi salud parece que se resquebraja. En el hospital me recetaron unas inyecciones de un anticoagulante para evitar problemas durante mis días de recuperación. Y ni siquiera las compré en la farmacia. La consecuencia no se ha dejado esperar. De nuevo, he estado ingresado en un centro hospitalario. El lunes estaba tan tranquilo en Las Chanclas tomando un orujo de hierba y sentí un fuerte mareo. Una camarera llamó al 061 y les explicó mi situación. Antes de que llegara la ambulancia hice un esfuerzo por levantarme, pero terminé cayendo en el paseo marítimo ante el pavor de todos los presentes. Mi cabeza se dio un buen golpe contra el muro que hace de separación con la arena de la playa. Por culpa de ese testarazo he estado encamado hasta esta mañana.
Los médicos han observado varias anomalías en los análisis. Yo les he explicado que tengo la sensación de haber sido drogado hace algunos días, pero no parece importarles mucho. Me han dado el alta médica esta mañana, aunque me han pedido que repose mi tobillo, pero sin olvidarme de los anticoagulantes. También me han pedido que cuida mi dieta y evite en la medida de lo posible el alcohol y las comidas grasas.
El próximo martes me retirarán la férula y podré empezar a caminar. Tengo que prepararme para el viaje a Dublín, aunque con esta racha de desgracias uno se pone a reflexionar sobre lo que está pasando. No es normal que me dé una paliza mi ex mujer, que me lleven casi a rastras por un río salvaje, que me droguen y me dejen sin conciencia durante más de dos días, que me haga un esguince al intentar salir de una casa donde me vi encerrado, que se me forme un coágulo en la sangre y que me dé un fuerte golpe en la cabeza por mareo. Creo que agosto ha sido más que aciago. Un verdadero infierno. ¿Será esto una señal que indica que no voy por buen camino? ¿Tendré que cambiar mi actitud con respecto al fin del mundo? Noto que no sé quién soy. No me reconozco en absoluto. Sólo tengo un ansia, disfrutar, pero ahora mismo creo que no lo estoy consiguiendo en absoluto. Espero que Dublín me dé otra visión más positiva. Mientras tanto, quedan 482 días para que esto, creo, se vaya a la mierda.


jueves, 18 de agosto de 2011

Quedan 490 días (Burundanga)


Llevo días pensando en el concepto de 'fiesta sorpresa' de Albertllanes. No había cavilado mucho en lo que podía deparar aquel evento especial de los 500 días -aunque realmente ya habíamos pasado esa fecha simbólica-, pero nunca esperé que mi nuevo amigo organizara algo tan estrambótico.
Salí sobre las nueve de la noche de aquel anómalo viernes. Iba en sentido contrario a la muchedumbre. Yo salía de mi casita de Pedregalejo y cientos de personas llenaban las playas y el paseo marítimo de Pedregalejo para ver los fuegos inaugurales de la Feria de Málaga. Llegué relativamente puntual, a pesar de que estuve bastante rato buscando un taxi y, para colmo, éste se perdió por las calles sin salida de Pedregalejo Alto. Al final, el 'gps' y algo de sentido común me dejaron en la puerta de un chalé de grandes dimensiones, pero sin excesivos lujos. Lo mejor era la vista. La luna llena brillaba con intensidad en las aguas del Mediterráneo. Albertllanes hacía de anfitrión, pero la casa no era suya. También estaba allí Mr. Mortimere. Y además de ellos dos, una veintena de invitados, aunque creo recordar que casi una quincena eran mujeres y, en su mayoría, de muy buen ver. Algunas iban en bikini porque ya se habían dado algún chapuzón en la piscina. Y las que no llevaban alguna copa en la mano. Habían preparado dos grandes barreños, uno con mojito cubano y otro con sangría española. Todo parecía relativamente normal. Bueno, todo, menos el tipo que se había encargado de preparar las bebidas. Era un tipo calvo, bajo y con algunos kilos de más. No para de reírse y usaba palabras extrañas que provocaban carcajadas entre los presentes. Recuerdo que me dijo algo así como que era un 'goglu' o un 'goglo'. También se refirió a una chica como un 'pobo'. En ningún momento le encontré la gracia. Pero, en ningún momento me creó desconfianza ni él ni las bebidas que había preparado.
Apenas llevaba media hora en aquella fiesta, cuando Albertllanes bajó la música y mandó callar a todo el mundo.
- Ya estamos todos, amigos -gritó-. Esta noche va a ser irrepetible, pero pocos la recordarán. Brindemos todos.

Sus palabras sonaron tan enigmáticas que fueron seguidas de un murmullo generalizado. El autor del mojito y de la sangría gritó  "vamos, señores" y levantó la copa para que todos le siguiéramos. Y así lo hicimos.

Nadie podía sospechar que en los dos barreños había una alta dosis de una sustancia alucinógena. Apenas una hora más tarde aquello se convirtió en una bacanal. Algunas de las chicas comenzaron a quitarse toda la ropa y a tirarse al agua. Y creo recordar que yo fui el primer hombre en seguirlas. Detrás de mí me siguieron casi todos, salvo Albertllanes, que no paraba de hacer fotos, y su amigo calvo, que no paraba de soltar risotadas. 

Eso es lo último que recuerdo antes de despertarme en una cama de aquel chalé. Estaba solo y desnudo. El sol brillaba con fuerza, pero no con la fuerza de la mañana. Salí por un salón donde el reloj apuntaba las cinco de la tarde. Logré salir al espacio exterior donde no encontré a nadie. Todo estaba recogido. Parecía que allí no había pasado nada la noche anterior. Reconozco que cierto pánico se apoderó de mí y me fui corriendo hacia la puerta. Pero tenía la cerradura echada. Tuve que saltar por la valla utilizando una escalera portátil que encontré en el jardín. El salto me provocó una torcedura en el tobillo izquierdo. No podía andar del dolor y decidí llamar a urgencias. La ambulancia llegó casi tres horas más tarde. Me llevaron de nuevo hasta el mismo hospital del que me había escapado días antes. Soporté casi dos horas de espera antes de que me hicieran una radiografía. Aquello estaba lleno de borrachos con comas etílicos. Recordé que la feria había empezado. 

Entré en una consulta donde una joven y atractiva traumatóloga me atendió con mucha amabilidad. 

- Tiene usted un esguince de tobillo de primer grado, así que tendremos que vendarle el tobillo y estará quince días de descanso en casa. ¿Necesita una baja laboral?

- No, gracias, no me hace falta.

La doctora comenzó a rellenar el formulario en voz alta. No estaba muy atento, pero la escuché decir "lunes 15 de agosto".

- Disculpe. Hoy es sábado. Bueno, técnicamente domingo porque casi es la medianoche -la interrumpí con toda la simpatía que podía desprender en aquel momento.
- Imposible, caballero. En todo caso sería martes 16, pero faltan algunos minutos. Hoy todavía lunes he vuelto de mis vacaciones y me ha tocado el peor turno de urgencias, así que lo recuerdo perfectamente.

Aquella mujer me debió tomar por un enajenado. Y en realidad en ese momento lo estaba. Había estado dos días y medio inconsciente. Cuando salí de allí intenté llamar desde mi móvil a Albertllanes para pedirle explicaciones, pero curiosamente su número no aparece en mi agenda.

Tomé un taxi hasta Pedregalejo y cuando llegué me atiborré de pizza precongelada. Había tomado conciencia de las horas que llevaba sin comer.

No dormí esa noche y ni siquiera en las dos siguientes. Llevo todo este tiempo dándole vueltas a lo que ocurrió y a qué sustancia debimos tomar. He indagado por Internet y sospecho que nos dieron algo que se conoce como la burundanga, aunque en realidad se llama escopolamina. Es una droga tóxica que si se usa en grandes dosis puede provocar la pérdida de la conciencia. Es también un desinhibidor sexual y funciona como un suero de la verdad. Este malnacido de Albertllanes experimentó con nosotros. He encontrado en la red noticias que hablan de un posible uso en algunos bares de la ciudad. No sé si ir a denunciarlo a la comisaría o esperar. No me quiero meter en líos. He encontrado algunos arañazos en mi espalda y en mis piernas. No sé qué habrá pasado en estos días de pérdida de conciencia.
Y además mi tobillo duele a rabiar. Me he comprado unas muletas y sólo voy a comer al paseo marítimo. Y, por supuesto, no me faltan los mojitos de Las Chanclas. Eso sí, ahora cada vez que pruebo uno dudo sobre lo que llevará como ingredientes. 

He decidido ir esta noche a su casa de Almayate y a aquel chiringuito, El Hornillero. Quizás esté allí o alguien sepa de él. Lo primero que haré es partirle la cabeza con una muleta.

A pesar de todo eso, no me siento del todo infeliz, aunque sí reconozco que me siento frustrado por haber perdido en ese limbo casi tres días. Y ahora sólo quedan 490 para que esto se vaya definitiva y absolutamente a la mierda.

martes, 9 de agosto de 2011

Quedan 499 días (La 'sorpresa', la denuncia y la fiesta de los 500 días)

Ya quedan menos de 500 días para el fin del mundo. Y me quedan tantas cosas por hacer. Y tanto que disfrutar. Y precisamente es todo lo contrario a lo que he hecho en los últimos días con mi 'querido' amigo Albertllanes. Su sorpresa consistía en hacer una travesía por un río de la Serranía de Ronda. No un paseo de una jornada. Cuatro días de supervivencia en los que me he arrastrado por el fango y he comido a base de frutas y barras energéticas. Le he suplicado que me devolviese a la civilización, pero ni caso. Este tipo cree que es toda una proeza eso de perder el tiempo entre zarzales que te dejan hecho un cristo y piedras que resbalan. Han sido, sin duda, los peores días. Recién salido de un coma y en medio de una verdadera selva. Para colmo Albertllanes buscó un acompañante en la expedición, un tipo inglés, calvo y fornido. Se llama David Mortimere, aunque yo me tenía que limitar a llamarlo Míster Mortimere. Aún no sé la razón. Lo recogimos en Casares antes de saber la sorpresa de Albertllanes, pero por sus pintas de 'rambo' me temí lo peor. Los dos no han parado de discutir e incluso nos hemos perdido en varias ocasiones. Lo único bueno de la expedición es que he perdido un par de kilos. El resto ha sido una total pesadilla. Salimos el miércoles por la tarde y regresamos el sábado por la noche. Tanto el domingo como el lunes los he pasado durmiendo en mi casita de Pedregalejo. Entre dolores musculares, rozaduras y arañazos no hay quien se pudiera mover.
Por el esfuerzo realizado, Albertllanes dice que me va a recompensar con una fiesta este viernes. Dice que será algo así como la celebración de los últimos 500 días. Será en un chalé de Cerrado de Calderón con piscina, barbacoa y, según afirma, con mucho alcohol y mujeres. No sé si creerle. De todas formas, ese día empieza la Feria de Málaga y no es mala forma de pasarla. Es más para mí será la última feria, ya que la del año que viene quiero pasarla en algún destino paradisíaco. Bueno, la última y la primera que viviré como hombre libre. A la vaca burra nunca le gustó ni ésta ni ninguna fiesta popular. Tampoco es que yo me vuelva loco, pero este año estoy dispuesto a beber como un cosaco.
Esta mañana he puesto la denuncia pertinente contra Teresa. Espero que el juez dictamine algo así como una orden de alejamiento para no tener que temer por mi vida. Esta enajenada anda suelta por ahí y no quiero que aborte el disfrute de estos últimos días.
Hace un rato que he venido de la agencia para que me canjeasen el vuelo a Dublín. Les he explicado que he estado en coma y que me era imposible ir, pero aún así no me han devuelto nada de lo pagado. Lo he retrasado para ir del 3 al 10 de septiembre. Espero encontrar buen tiempo.
Esta noche he quedado con Zelma. La llamé ayer para darle algunas explicaciones sobre lo acontecido en el Ática. Dice que apenas recuerda nada y que mejor que se lo cuente cenando en mi casa. Como no tengo pizca de ganas de hacer de cenar y el polvo parece asegurado, le he dicho que mejor que se venga a Pedregalejo y la invito en algunos de estos restaurantes.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Quedan 505 días (De lágrimas femeninas y aventuras inesperadas)

No hay mal que por bien no venga. El alta médica no estaba prevista al menos hasta el lunes, pero el mismo sábado por la mañana aconteció algo que ha cambiado de momento mi devenir. Ingresó con algunas contusiones en el abdomen y un fuerte golpe en la cabeza un tipo muy peculiar. Aparentemente no tiene nada de especial. Alto, moreno, de nariz aguileña. Ronda mi edad, aunque asegura que tiene el cerebro de Benjamin Button y que, por tanto, es difícil saber con certeza cuántos años reales tiene. Se llama Alberto Llanes, pero afirma que desde hace años todo el mundo se refiere a él como 'Albertllanes'. El sábado intercambiamos nuestros pareceres de la vida y me atreví a contarle mis convencimientos sobre el fin del mundo. No sólo prestó bastante atención sino que terminó confesándome que lleva años practicando una vida hedonista porque está seguro de que esto también se va a la mierda. Sobre la fecha no prefiere pronunciarse, pero es algo que no me importa. Al menos, he encontrado un buen compañero de viaje. Parece de fiar y creo que da la misma sensación de enajenado para aquellos que no están entendiendo nada.

- El Málaga con un equipazo de fútbol, Estados Unidos camino de la bancarrota, Rajoy como futuro presidente... ¿Tú crees, amigo, que esto es algo normal? Algo está pasando y no me refiero a los problemas físicos del planeta -me dijo nada más despertar de una profunda siesta.
- Bueno, yo no me tomo esto muy a broma, pero sí que están pasando cosas raras.
- Y nosotros dos aquí y ahora.
-¿Cómo? -no capté a qué se refería.
- Pues, que estamos encerrados en este puñetero hospital mientras podríamos estar disfrutando de la vida.
- Bueno, yo, al menos hasta el lunes.
- Pues yo me voy ya.
- ¿Ya? -me sonó tan extraño que me incorporé de la cama como un resorte.
- Y tú te vienes conmigo, hombre -terminó la frase con una carcajada.

Y así hicimos. Nos quitamos la indumentaria hospitalaria y nos vestimos con la ropa que llevábamos al entrar. Me sorprendió que tuviéramos el mismo estilo. Vaqueros, camisa corta y chanclas de cuero. Para disimular un poco nos pegamos a un grupo de visitantes que salía de la planta. Sin embargo, una de las enfermeras nos reconoció y nos gritó: "¿Dónde van ustedes?". Albertllanes respondió "bien", emulando a los payasos de la tele. Me cogió de la mano y salimos como alma que lleva el diablo por las escaleras. No sé de dónde saqué fuerzas, pero conseguí levar su ritmo. Cuando llegamos a la planta baja echamos más disimulo y andamos tranquilamente. Cogimos un taxi.

- ¿A dónde van los señores? -preguntó el conductor.
- A mi casa -respondió sereno mi ya ex compañero de habitación.
- Pues si es tan amable de decirme dónde está... -continuó la broma el taxista.

Fuimos hasta Almayate, una aldea costera de la Axarquía. Allí, siguiendo las indicaciones de Albertllanes, el taxista nos dejó en la puerta de un chalé. No era de gran tamaño, pero sí parecía bastante acogedor. Pronto me di cuenta de que no era su casa. No sabía ni qué llave utilizar ni dónde se encendía la luz. "Es la casa de mi ex, que está de vacaciones", me aclaró. Aún así, tenía un par de bolsas con su ropa en una de las habitaciones. Sacó dos bañadores y dos camisetas. Nos cambiamos y nos fuimos directamente a un chiringuito que estaba a pocos metros de allí. Y digo un chiringuito por llamarlo de alguna forma. Los lugareños lo llaman la 'Isla del Disfrute', que parece denominar más bien a un prostíbulo, pero realmente se llama El Hornillero. Es de esos establecimientos que ya no hay en el litoral malagueño. "Un chiringuito salvaje", afirmaba Albertllanes mientras probaba un mojito al anochecer. Se come y se bebe bien y barato. Tienen buena música, aunque repiten en exceso The Clash y Bunbury. Aún así no puedo tener queja. Creo que sin este tipo nunca hubiera llegado hasta allí.
Hemos pasado largas horas allí, mientras observábamos a clientes y sobre todo a clientas. "Aquí hay muy buen ganado", afirma con rotundidad, como lo hace con todo. Es un tipo que no entiende de dudas. Es categórico, aunque confieso que, por momentos, esa actitud de sabelotodo me ha resultado molesta. Pero, tampoco me puedo quejar de él. Me ha dado cobijo y me ha llevado hasta un rincón que desconocía.
Me ha hablado largas horas de las mujeres, de sus hormonas y de sus penas.

-No hay nada más triste y sensual al mismo tiempo que ver a una mujer llorar. Algunas demuestran su sensibilidad femenina con un manantial lacrimógeno. Otras usan el llanto como arma defensiva e incluso ofensiva. Para otras es sólo cuestión de hormonas. Amigo Ernesto -así me llama con frecuencia-, es cuestión genética. Ellas ovulan, tienen la regla,... Vamos, que tienen una revolución hormonal interna. ¿Me entiendes? Son la hostia. Una sola lágrima femenina puede partir el corazón de mil hombres. Es una herramienta, un arma, pero también una condena. Si haces llorar a una mujer, te sentirás como un condenado; si sólo la ves derramar lágrimas sin saber el por qué, te sentirás como un desdichado. No hay ser más frágil ni más sensible en la naturaleza.

Que después de una disertación como ésta en la mesa de al lado una chica rompa a llorar y se abrace a un hombre es la mejor clase teórica-práctica que se puede hacer. Eso sí, la sensibilidad escaseaba en aquella escena. La cara de la chica se había afeado bastante y los mocos que le colgaban de la nariz en poco ayudaban. El tipo al que estaba abrazado tenía cara de no saber el por qué de aquel llanto.

Tanto el lunes como el martes, Albertllanes y yo hemos recorrido las playas de la zona, aunque hemos tenido todos los días la deferencia de visitar El Hornillero, donde se nos saluda casi como a gente de la familia. Incluso los perros, que están siempre tumbados en la arena, parecen sonreírnos cuando llegamos.

- ¿Sabes qué es lo que tiene este chiringuito de especial? Que nos pone más en contacto con la naturaleza. Estamos pisando la arena de la playa y tenemos la sombra de las plantas. Comemos sin aditivos. ¿Qué más queremos? Es la mejor forma de reconciliarnos con el ser humano.

Esas frases me sonaron algo sectáreas cuando me las dijo anoche. Pero, más desconcertado estoy desde entonces porque en el día de hoy asegura que me va a dar una sorpresa para seguir en contacto con la naturaleza. Esta mañana hemos cogido el coche de su ex y nos hemos ido hasta una tienda Decathlon. Allí hemos comprados unas sandalias para andar por el agua, bolsas de neopreno, frontales, linternas,... La verdad es que no estoy muy seguro de querer seguirle. Lo que me apetece es continuar con mi ritmo. Me ha dicho que después de almorzar nos vamos de aventura. Tendré que confiar en él. De momento, no puedo quejarme. Eso sí, no quiero perder el tiempo, porque esto se encamina ya a los 500 días. Y ahora sólo faltan 505 para que todo esto se vaya definitivamente a la mierda.

viernes, 29 de julio de 2011

Quedan 510 días (Casi vive su propio apocalipsis)

Otra vez me ha asaltado una sensación de 'jet lag'. Esta vez es en el hospital Carlos Haya. Habitación 356. Podría decir que llevo un año aquí o que llevo simplemente dos minutos. Es lo que tiene entrar en coma por un traumatismo craneoencefálico. ¿Será esto cosa del dichoso 'kharma' o simplemente será la causa de mi falta de respeto hacia los demás? Sinceramente, no creo que me merezca ser golpeado brutalmente por mi ex vaca burra. Me hubiera conformado con una buena regañina. Incluso hubiera pagado una multa muy a gusto, pero creo que este castigo físico ha superado con creces el daño que le hice esa noche a Teresa. Eso sí, tengo que agradecerle que con los golpes que me dio -primero con un taburete de madera y después con una botella de Larios- ha logrado ponerme en contacto con el fin de todo esto. He estado cinco días en coma. Ingresé en urgencias esa fatídica noche en la que la vaca burra sacó todo su rencor hacia mi persona. Besarse con una guiri alemana beoda a tres metros de ella no justifica en ningún momento la agresión. Es más, creo que tarde o temprano esto hubiera pasado. La teutona era Zelma, a la que hacía semanas que no veía. Me la encontré una hora antes de mi paliza en el Ática, un bar que, por cierto, cada vez abusa más de la música 'indie'. Sus mofletes rojos y su aliento evidenciaron que estaba harta de Jagermeister. No hizo falta intercambiar muchos vocablos en alemán. Se me lanzó ávida de lujuria en mis brazos. Desgraciadamente, la escena fue observada atentamente por Teresa, a la que había saludado dos minutos antes. Me sorprendió verla allí . Después haber leído su extraña carta, mi reacción fue mofarme de ella y de sus kilos de más. Aguantó esa provocación, pero no los besos voluptuosos de la nibelunga. A partir de ahí, poco recuerdo. Pero, los testigos relataron a los agentes de la Policía Nacional que Teresa tomó un taburete con fuerza y me atinó en la espalda. No le fue suficiente que cayera y me diera con una de las barras del bar. Se ensañó con mi cabeza, a la que golpeó entre cuatro y cinco veces con una botella de ginebra.
Ingresé inconsciente en el hospital y entré en coma. Es triste decirlo, pero sólo me ha visitado la policía. Me da igual. Ayer salí de mi letargo, pero todavía hoy me siento débil y muy cansado. He sido alimentado todos estos días con suero. Le he preguntado a una de las enfermeras que si había algo de colesterol o ácido úrico en él. Se ha reído y eso me ha levantado las ganas de flirtear con ella. Aún así no sé cuando volveré a la normalidad mental y física. Los médicos dicen que he tenido mucha suerte por salir del coma y por seguir vivo. Bueno, el azar fue el que también me situó en aquella escena del Ática. Seguramente, el lunes me den el alta y pueda denunciar a la enajenada de Teresa. Sólo sé que fue detenida y ahora está libre, pero con cargos y sin fianza. La muy desgraciada no sólo ha estado a punto de matarme. También ha conseguido que pierda más de una semana de disfrute.
Me siento raro sin mi ordenador. Se lo he pedido prestado a mi compañero de habitación, un joven con aspecto de 'freaky' que asusta. Tampoco sé dónde está mi puñetero móvil. Quizás se quedara en el bar. Y me pregunto al mismo tiempo dónde carajo estarán Rubén y Gabi. ¿Y las dos 'emes'? ¿Y Zelma?
Al menos, sé que quedan 510 días y que después de lo ocurrido tengo que hacer un mayor esfuerzo para pasármelo bien.

martes, 19 de julio de 2011

Quedan 520 días (La verdad según la vaca burra)

El tiempo pasa, pero hay días que se me antojan eternos. Llevo una semana alojado en mi humilde casita de Pedregalejo y he llegado al hastío, que mezclado con el terral malagueño puede ser lo más parecido al infierno. Al menos, compensan los paseos tranquilos por mi nuevo barrio adoptivo con la brisa de Levante y las largas tardes tomando mojitos y caipirinhas en sus bares. He dejado de ir a La Chancla porque intenté ligar con una de sus camareras y se puso muy borde. Ahora voy al bar de al lado, donde un tipo trasnochado pero simpático me ofrece las mismas vistas y a mejor precio. Eso sí, su camarera es algo 'cani', como se dice ahora por aquí.
He comido estos días en El Cabra, en Miguelito El Cariñoso, El Merlo... Y he terminado saturado de 'pescaíto frito'. He decidido que mañana me iré a la agencia de viajes para buscar un viaje que me refresque por fuera y por dentro. Mi próximo destino será Dublín, temperaturas suaves y cerveza negra.

El aburrimiento me ha hecho tener el móvil conectado, pero no lo cojo cuando suena, claro. Es más divertido así. En estos días he visto pasar las llamadas de Mónica, Marcela (¿seguirá por aquí), mi casero, Gabi...  No me interesa ni me conviene escuchar a ninguno de ellos.

 Y esta semana hubiera sido de lo más anodina si no llega a ser por el encuentro con la vaca burra. Fue ayer tarde. Estaba tan tranquilo saboreando el segundo mojito de la sobremesa cuando la distinguí a lo lejos. Sus andares son inconfundibles, aunque dudé por la ropa que llevaba y por el menor volumen de sus caderas. Quizás lo primero haya provocado lo segundo. Me sorprendió también verla sola. No hice ningún esfuerzo por esconderme. Es curioso. Si hubiera visto a cualquiera de las dos 'emes', lo habría hecho. Nos cruzamos las miradas y, sin saber por qué, ambos sonreímos. Debe ser cierto eso de que los años llevan a cierta complicidad. La invité a acompañarme a la mesa y charlamos amigablemente. Noté que no había rencor en su conversación. Es más me desconcertaba su actitud positiva y su sonrisa, algo bobalicona.
Pasada media hora, comenzó a buscar en su bolso algo. ¡Tabaco! Había vuelto a fumar. Su cajetilla sólo contenía un cigarro y en un movimiento algo brusco se le partió. Fue a buscar más nicotina en cajetilla en La Chancla. Sacó un billete de cinco euros para cambiarlo en monedas y me pidió que le vigilara el bolso. Se lo dejó abierto y aproveché para curiosear en su interior. Al principio, con la mirada; después hurgué con la mano. Quería encontrar alguna respuesta a su desconcertante estado de tranquilidad. Y lo único que me llamó la atención fue un sobre abierto con dos hojas en su interior. De su puño y letra. Por miedo a que me pillara en una acto reflejo la guardé en uno de los bolsillos de mi pantalón pirata. A su regreso, inventé tener una cita, cuando en realidad lo único que tenía era prisa por leer lo que venía en aquellos dos folios. Y ha pasado un día y aún no me lo creo.
Éste es su contenido:


"Hola me llamo Teresa y sinceramente, no sé ni por que escribo esto.
Empezó siendo solo un cúmulo de ideas, sin pensar demasiado, así sin más.
Todo comienza un día en el que mi marido se decide y, por fin, uno de los dos tiene el valor de poner punto y final. Se lo agradeceré de por vida.
He de reconocer que, al principio, se me hizo durísimo. No entendía nada y vivía aferrada a él. Ess cosa mala la costumbre.
Ya han pasado unos días, y lo veo todo más claro. Al que realmente echo de menos es al que me enamoró, ese petardo loco, con el que la vida era pura guasa. Siempre pensé que sería el cuarentón perfecto, con sus entradas, sus vaqueros, su camiseta de Barrio Sésamo, borracheras de cerveza en la barra de cualquier bar. Y yo, a su lado. No acierto a entender por qué se ha convertido en este otro, pero que se puede esperar de alguien que con veinte y pocos su máximo sueño es ser contable. .
Un poco snob ese veinteañero y, claro está, al llegar casi a los cuarenta y no sentirse triunfador... Se le ha juntado todo: Lla crisis adelantada de los cuarenta, su impotencia por sentirse infravalorado,  mucha frustración por no atreverse a ser como él era. Todo el día en traje. ¿Cómo se puede ser tan gris? Ahora querrá liberarse y recuperar los años perdidos.O se creerá que se le acaba el mundo. Vete a saber. Todo el día leyendo libros apocalípticos lo han convertido en quijotesco.

Para tener la vida que teníamos, mejor será así. Ya le molestaba hasta las risas de los críos.Se le olvidó a este hombre lo de disfrutar de los pequeños placeres de la vida. Bueno, ya acaparó demasiado de mi vida, como para seguir hablando de él. Se acabó. Para llegar hasta aquí lo pasé mal, desde luego. Miedo, inseguridad. Una mañana me di cuenta de que se me hacían insoportables las risas de mis hijos. ¡Y hasta ahí podríamos llegar! Sólo me quedaba una cosa, empezar de nuevo. Y en ello estoy.
Mi hermana (separada también) ha sido un gran apoyo, pero ni por ella, pienso caer en los típicos tópicos, no pienso pisar un gimnasio y adelgazar hasta meterme en la talla que usaba en la 'Uni? (a cierta edad o se tiene bien la cara o el culo, ya se sabe). No quiero teñirme de rubia, no me pondré uñas postizas ni pechos de silicona. Eso sí , como ya no compro trajes , ahora me puedo permitir más de un caprichito. He renovado toda mi ropa interior y parte de la exterior. No es por nadie en especial. Sin pisar un gimnasio he perdido algo de peso. Será por los disgustos.
En la puerta del colegio, he comenzado a hacer amistad con un grupo de madres. Me lo paso bien con ellas, desayunamos juntas a menudo y nos reímos un montón. Sobre todo con una de ellas. Se llama Vicky. Es súper divertida, muy positiva y siempre tiene una sonrisa. 
La única condición que pienso poner para el divorcio es que no vuelva a ver a los niños. No pienso permitir que los haga unos snob frustrados como él.
Esta noche salimos, mis nuevas amigas y yo. Me dicen que tengo que salir a por todas. ¿Y eso ahora cómo es? Se lo digo a ellas. De tener a alguien a mi lado, quiero a un padre para mis hijos.Si no, no quiero nada de nada. Para criar a otro más, ya tendré tiempo de adoptar a uno si mi trabajo nuevo va bien. 
A través de una de estas chicas, empecé a trabajar para una reconocida firma de ropa en el centro de Málaga. Y con mi edad y mi presencia, ha sido muy fácil hacerme un buen sitio. 
Lo peor es que como me siento tan bien ahora mismo , no me gusta nadie. Eso o no tengo la necesidad de tener a alguien. No lo sé. Lo que no me veo yo es pelando la pava como en la 'Uni'. .
Creo que no escribiré más. Lo que me ha llevado a hacerlo es una etapa que ya está cerrada. Aunque no descarto volver a garabatear y guardarlo en mi bolso. Ya hace 85 días que empezó mi nueva vida, en la que voy a ser yo. Me gusto, me divierto y disfruto de todo lo que me rodea.Guapa inteligente y lista que te cagas. 

Vuestra amiga, Tesa".

¿Tesa? ¿Guapa e inteligente? ¿Soy yo un snob frustrado? ¿Quijotesco? Esta vaca burra ha perdido la cabeza. No debería tener motivos para estar enfadado, pero lo estoy. Se me pasará, aunque reconozco que estoy algo desconcertado. Y ahora quedan 520 días para el final de todo esto.

lunes, 11 de julio de 2011

Quedan 527 días (A río revuelto, ganancia de pescadores)

Casi una semana sin escribir una palabra. La culpa no ha sido mía. Más bien de los acontecimientos. Estuve hasta el viernes en el camping de Júzcar. He pasado unos días de relax y sosiego que me han servido para cargar las pilas en cierta medida. Todos esos días de contacto con la naturaleza parecían que me querían reconciliar con el mundo y con la raza humana, pero nada más llegar a Málaga, la primera en la frente. No podía esperar efectos tan desastrosos. Pero, me armo de paciencia y cuento desde el principio.
Conecté el móvil nada más bajar del tren que desde Ronda me trajo hasta la ciudad. Más de veinte llamadas perdidas y casi una decena de mensajes en el buzón de voz que rehusé escuchar. No es de mi agrado escuchar voces familiares intentando expresar una idea coherente ante una máquina absurda. Entre las llamadas perdidas, estaban las de Rubén y Gabi (llevo varias semanas sin saber de ellos ni de sus dichosas miercoladas), Mónica y Marcela (las dos 'emes'), la vaca burra (me sorprendió bastante que me telefoneara) y varios números de móviles y fijos desconocidos. Me dirigí al apartamento en taxi. Nada más entrar en el portal me asaltó un mal presentimiento, que se confirmó en cuanto me encontré la puerta del piso precintada por la policía. Llamé a los vecinos de mi propia planta, pero ninguno me abrió. Fue a ellos a quien les hice cierta trastada hace más de un mes. Afortunadamente, una vieja del piso de arriba, graduada en la escuela superior del cotilleo, se asomó en cuanto escuchó sonar tantos timbres. Bueno,eso supuse.

- Hombre, por fin, aparece al señorito -me sorprendió su entonación, que evidenciaba una clara recriminación.
- ¿Perdón?
- Menuda se ha liado en esta santa casa, caballero. Y todo el mundo buscándolo. Ya lo daban hasta por muerto.
- ¿Cómo? -pregunté estupefacto.

Aquella sesentona en bata me relató con todo tipo de detalles lo que ha acontecido en los últimos días en torno a mi querido hogar, ahora desvalijado y casi ultrajado. Tuve, eso sí, que ir interpretando la historia que me contaba y suponiendo nombres propios que ella desconocía, como Marcela, Mónica o Teresa.
Mi querida argentina sufrió un ataque de desesperación y odio hacia mi persona y se transformó en un verdadero torbellino en el interior de mi casa. Fue tal el escándalo que varios vecinos avisaron a la policía, aunque antes de que llegaran ellos, hizo acto de presencia la 'pihippy'. El encuentro no fue violento físicamente, pero sí dialécticamente. Mis dos amadas se conocieron, se interrogaron, encajaron piezas del puzzle y me maldijeron. Por ese orden. Todo eso acontecía ante mis convecinos, para los que era y soy un completo desconocido. Todos se confabularon contra mí y se apiadaron de mis dos ex 'emes', ya que las avisaron de la pronta llegada de los agentes del orden. Ambas huyeron juntas y unidas por el resentimiento hacia mí. De ellas poco ha vuelto a saber la vieja que me relató este culebrón de rellano. Se dejaron la puerta abierta. Y cierto vecino, cuya identidad no me quiso desvelar la amable señora, propuso sacar provecho del río revuelto. En este caso las ganancias de pescadores, fueron las escasas cosas de valor que no habían sido destrozadas por el odio de Marcela.
Después llegó la policía. Nadie dijo saber nada de lo acontecido. También apareció en aquella rocambolesca escena mi casero, que juró en arameo contra mí, entre otras cosas, porque no daba señales de vida al otro lado del teléfono. Y yo andaría en esos momentos bañándome en las aguas del río Genal o tumbado en la hamaca que me dejaron sus propietarios o degustando los productos de su huerta.
La policía tomó huellas e incidió en mi búsqueda. Hicieron la búsqueda por hospitales y alojamientos, pero al parecer no dieron con mi registro, del todo legal y reglamentario, en el camping de Moclón. Avisaron a Teresa, que también se unió a aquel teatro por donde se habían paseado la aversión y el rencor contra mi persona. Mi querida vecina sexagenaria me sugirió que me pusiera en contacto con la policía, pero, una vez más, usé la técnica del avestruz. Escondí mi cabeza de nuevo y me fui a Pedregalejo. El hotel La Chancla estaba con un overbooking lógico de la temporada alta. Pero, justo detrás vi una casa en alquiler. En el centro del antiguo barrio de pescadores. No es mal sitio para perderse. Ese laberinto de moradas de origen humilde junto al mar siempre me ha parecido un lugar único. Recóndito, pero con el inconfundible sabor a Mediterráneo. Llamé al teléfono, pero el señor que me atendió me dijo que me esperara al día siguiente. Era casi la medianoche. El precio, 700 euros mensuales, con una fianza de 1.400.
No tuve más remedio que buscar acomodo en un banco del paseo marítimo. Tuve que esperar dos horas a que aquello se despejara. La noche fue húmeda y fría. Apenas me pude tapar con la ropa sucia que me había traído del camping (el saco de dormir y la tienda los dejé a buen recaudo en las orillas del Genal). En la pequeña maleta metí mis pies y usé algunas hojas de palmera para ponerlas debajo de la ropa y provocar algo de calor. Por la mañana no me despertaron los rayos del sol, pero sí las voces de dos policías locales. Me pidieron la identificación y les di mi pasaporte. Por radio pidieron antecedentes y se encontraron con que era un desaparecido. Oficialmente lo era así porque la vaca burra puso la denuncia. Era la única forma de poder localizarme, tal y como explicaron los agentes horas más tardes en al comisaría. No estaba acusado de nada, pero me sentía señalado y humillado, como cuando eres un niño y recibes una merecida regañina. Me dejaron la opción de denunciar a Mónica y Marcela, pero decidií que lo mejor era olvidarlas lo antes posible. Pregunté a un policía si podían decirme si la argentina había salido o no del país. Y me respondió algo que me molestó al principio, pero ahora me hace gracia: "Mire, usted, si me hubiera traído la bola de cristal, se lo diría, pero hoy no es su día de suerte". El azar no me fue del todo esquivo. Los agentes me entregaron mi cartera que contenía todas mis tarjetas de créditos, pero ni un euro, claro.
En la comisaría me aconsejaron que me pusiera en contacto con mi casero, porque éste pensaba querellarse contra mí. Evidentemente, no les hice ni caso. Con lo puesto y con mi portátil a cuestas, me fui de nuevo a Pedregalejo. Saqué dinero del cajero para la fianza y me metí debajo de aquella casa antigua amueblada al estilo impersonal escandinavo. Hasta hoy lunes no he salido de aquí. He hablado con Gabi para contarle todo lo que me ha acontecido. Eso sí, he aguantado una bronca por haber desaparecido del mapa. Me ha dicho que más que a la comisaría deberían mandarme más a menudo el manicomio.
Bueno, ahora las aguas se calman algo. Ahora en lo único que pienso es en esta cuenta atrás, que no cesa, y que ya nos deja sólo 528 días para el fin de todo esto.

martes, 5 de julio de 2011

Quedan 534 días (Un escondite en el corazón de la Serranía de Ronda)

Tengo que reconocer que les tengo miedo, aunque eso no quiere decir que las respete. Me refiero, claro está, a Marcela y Mónica. Mónica y Marcela, como prefiráis. Da igual. El orden no altera el resultado caótico. He resuelto que no quiero saber de ellas. Por eso, decidí el mismo jueves por la noche que no iba a volver a casa. Ellas se tienen que cansar antes. Si no lo han hecho ya, claro. Una se tiene que marchar de casa. La otra debería olvidar mi dírección. Con ambas tuve buenas sensaciones, pero también las tuve con Adriana, Zelma y Raquel. ¡Es tan fácil olvidarse de ellas! Basta con proponérselo y evitarlas. Por eso, estoy ahora en un lugar recóndito de la Serranía de Ronda. ¿Que cómo he llegado hasta aquí? Por azar y por picaresca.
La misma noche que decidíi continuar eludiendo a las dos 'emes' estaba terminando de saborear un mojito en la terraza de La Chancla. Andaba absorto en mis cavilaciones, cuando escuché en la mesa de al lado las palabras "fin del mundo". Como soy dado a todo lo concerniente con el apocalipsis, decidí pegar el oído. Dos amigos conversaban sobre un lugar para pasar unas vacaciones diferentes. Uno de ellos, que parecía fardar de conocer los mejores parajes de la provincia, hablaba del "fin del mundo" para referirse a un camping situado y escondido en el Valle del Genal. Sentí bastante decepción al principio, pero me atrajeron los calificativos con los que describió el lugar. Apartado, diferente, natural y refrescante. Su amigo no parecía estar muy convencido, pero aún así su compañero de mesa insistió en ofrecerle más datos. Le dijo incluso que, cuando llegara, preguntara por Israel o José y les dijera que iba de su parte. Creí oír algo así como Javier Almendrales, pero no me quedé convencido. Afortunadamente el tipo no paraba de hablar y entendí que era periodista, así que dos días después, siguiendo las indicaciones que encontré en la web del camping, que me pude anotar mentalmente, llegué y dije que iba de parte de Javier, el periodista. Trabajo me costó llegar.
Cogí un tren hasta Ronda y desde allí tuve que tomar un taxi que me dejara en Júzcar, un pueblo que me sorprendió ver tintado de azul. Al parecer, había sido elegido para la promoción de la película de Los Pitufos en 3D. El taxista se negó a bajarme hasta el camping porque había que ir por un carril de tierra y tenía su coche recién lavado. No tuve más remedio que seguir a pie la senda durante más de media hora y cuesta abajo. Iba cargado con una maleta, donde había incluido una tienda de campaña, un saco de dormir y otros elementos fundamentales para pasar unos días en este lugar. Llevo cuatro días aquí y se está de maravilla. Eso sí, estoy pasando algo de frío por las noches porque la temperatura llega a los quince grados y yo he venido equipado como para pasar el calor veraniego de Málaga. El lugar es muy tranquilo. Tiene una poza apta para el baño y numerosos lugares para perderse. Estoy orgulloso de haber llegado hasta cascadas que parecen sacadas de lugares más exóticos. Me he quedado con dos lugares: La Sima del Diablo y la cascada del arroyo Sinaí.
Tampoco se come mal. Uno de los encargados insiste en que todo lo que se come aquí es natural y buena parte procede de su huerta. Lo único que echo de menos es el marisco. Aquí nadie me molesta y nadie sabe de mí. Por supuesto, me he traído mi portátil y he tenido la suerte de encontrar hasta cobertura de banda ancha móvil. Pienso quedarme un par de días más por aquí, pero mi intención es volver durante este verano. Esto le hubiera gustado a Tomasito y a Alfonsito. No tanto a Teresa. Bueno, quizás, la vaca burra se hubiera zampado un buen plato del Barranquista: chorizo, huevo, churrasco y patatas fritas.
No es mal sitio para perderse. Y eso que, hasta la fecha, siempre me he considerado un urbanita radical. Mientras tanto, reflexiono y me doy cuenta que es una lástima que todo esto se vaya a la mierda. Pero, el fin es inevitable y llegará, si no fallan mis cálculos, en 534 días.

jueves, 30 de junio de 2011

Quedan 539 (El souvenir de Marrakech)

Al final me decidí por Marrakech. No soy muy dado a lo exótico, pero por una vez me quería dejar sorprender. Y la verdad es que casi no me puedo quejar. Regresé ayer miércoles, aunque me he traído como souvenir un virus intestinal o estomacal que me ha dejado anulado durante las dos últimas jornadas. Ahora estoy mejor, pero aún así no he ido a casa. Me temía lo peor y ayer preferí alojarme en un hotel que estuviera lejos del centro. Estoy en el Hotel La Chancla, un pequeño paraíso de Pedregalejo. En cuanto mejore pienso atiborrarme a mojitos. Lo tengo clarísimo. Llevo una semana sin probar una gota de alcohol y quizás por eso esté tan mal ahora. Estoy casi seguro de que el efecto vírico sería menos nocivo si mi sangre estuviera más embriagada.
Y lo de Marrakech fue una aventura desde el principio. Sin apenas información de la ciudad, cogí un taxi que me dejó en la plaza Jamaa El Fna, el gran espacio de la medina que resulta ser  todo un espectáculo tanto de día como de noche. Allí todos quieren hacer su agosto. Me quedé absorto al ver una imagen que sólo había visto en películas. Un magrebí conseguía que una cobra negra se erigiera con el son de una flauta. Tan obnubilado me quedé que me casi me atropellan con una motocicleta. Por cierto, no fue la única que tuve esquivar en zonas peatonales. En ese gran centro neurálgico de la ciudad no faltaban los que ofrecían fotos con macacos o serpientes, los que vendían zumos naturales o los niños que directamente pedían una limosna. Después de atravesar la plaza con una temperatura que estaba por encima de los cuarenta grados, llegué hasta uno de los extremos y pregunté por un riad que pude ver en un foro de viajes. Un joven amablemente, pero, esos sí, a cambio de 30 dirham, se ofreció a acompañarme. Afortunadamente había una habitación. Estaba decorada, claro está, con ese particular estilo magrebí. En el patio del riad entablé conversación un grupo heterogéneo compuesto por dos hombres de mi edad, más o menos, y tres chicas que debían estar por debajo de la treintena. Se apiadaron de mí y me ofrecieron apuntarme a todas sus excursiones. Al principio casi me niego, ya que no me apetecía hablar mucho con nadie, pero gracias a ellos podría conocer no sólo la zona sino los alrededores. Ellas eran bastante simpáticas; ellos, no tanto, pero, en ningún momento los noté molestos con mi improvisado acompañamiento.
Pasamos muchas horas en una furgoneta del hotel, con chófer magrebí incluido. Desde el viernes hasta el martes no sólo hemos recorrido todos los rincones de la medina, con el zoco incluido, sino que también hemos visitado otras partes del país. Conseguimos pisar el desierto del Sahara. También el Atlas más profundo, con unas maravillosas cascadas cuyo nombre no logro recordar. Además, me dejé llevar hasta Essouira, una ciudad costera donde se celebraba un conocido festival de música autóctona. Durante estos días, he conocido a gente sencilla y fabulosa que me ha hecho olvidar por completa el enredo que dejé en Málaga.
Me he quedado gratamente sorprendido con la comida marroquí, aunque seguramente entre una de esas delicias culinarias andaba el virus que me he traído como recuerdo. Volveré a visitar el país, pero tendré la máxima precaución a la hora de comer fuera. Los vómitos, la diarrea y los mareos no son buenos compañeros para un viaje de vuelta. La próxima vez también me llevaré cerveza y ginebra. Eso, seguro. Además, tengo entendido que con el alcohol se abren muchas puertas en ese sorprendente país.
Ahora mismo escribo desde la terraza de La Chancla, con una temperatura agradable y un anochecer que me devuelve el sosiego que pierdo en cuanto pienso en Marcela y Mónica. ¿Dónde andarán? No me atrevo ni a conectar el móvil ni a acercarme al centro. Dejaré que la tempestad pase durante estos días.
Mientras tanto, me doy cuenta de que el tiempo sigue con su paso inexorable y ahora sólo quedan 539 días.

viernes, 24 de junio de 2011

Quedan 545 (Táctica napoleónica)

Ya sabía que la llegada de Marcela a Málaga no iba a depararme nada bueno. El martes por la tarde la llamé varias veces a su móvil, pero lo tenía apagado.Anduve buscándola como un tonto por el centro de la ciudad hasta que me tranquilicé y deduje que ella se habría llevado mis llaves y mi cartera para averiguar dónde estaba mi casa. Evidentemente en mi DNI aún aparece el domicilio de Teatinos, así que tuve que llamar a la vaca burra para ver si había llegado hasta allí. Y efectivamente así lo hizo. Teresa no fue muy simpática.

- ¿Qué quieres? No querrás ver a tus hijos ahora, ¿no?
- No, en absoluto, Teresa. Sólo quería saber si por allí ha pasado una chica preguntando por mí.
- Pero, ¡qué poca vergüenza! -murmuró-. Pues, no, hijo, que yo sepa no.
- Es una chica joven, argentina,...
- Espera, me dijo la vecina que una niñata estuvo aporreando la puerta esta mañana y después se fue. Yo estaba en la fiesta de fin de curso de mis hijos, que ya no son los tuyos, por cierto.
- Ah, vale, pues si apareciera dile que se ponga en contacto conmigo urgentemente -y colgué rápido.

Decidí ir a mi piso actual y con pocas esperanzas llamé al portero automático. Después de casi medio minuto sonó la voz de Marcela. "¿Dígame?" Le tuve que rogar que me abriera para darle una explicación. Cuando me abrió la puerta de mi casa, quiso darme una bofetada en la cara. Sentía mucha rabia y aún sollozaba. Había puesto patas arriba todo el piso. Me dijo que le explicara por qué no me podía asomar en la ventana del hotel. Quería saber si ocultaba algo y si era así, qué era. Le dije que se tranquilizara. Estaba tensa, agresiva. Vi mi cartera sobre el sofá y me la guardé rápidametne, pero con cierto disimulo. No tuve más remedio que inventar alguna historia para contentarla. Le conté que una chica se había obsesionado conmigo y no me dejaba en paz. Y que era incluso peligrosa. En verdad, sentía como si la estuviese retratando a ella y no a Mónica. Se calmó y la invité a cenar fuera. Fuimos a un restaurante situado en calle Alcazabilla, Garum. Allí se zampó un ajoblanco, un tataki de atún y un postre refinado con chocolate de nombre impronunciable. Yo apenas toqué el bacalao 'dourado' que pedí. Se me había cortado el apetito. Ella, al menos, ya sonreía y se mostraba orgullosa de haber localizado mi piso por un recibo que encontró en la cartera.Fuimos de nuevo a dormir al Larios. Sería la última noche.
Ayer miércoles regresamos los dos juntos al piso para arreglar aquel pequeño caos. Cuando abrí la puerta encontré una nota de Mónica: "Me tienes preocupado. He venido a buscarte a casa porque no me respondes ni a mis llamadas ni a mis mensajes. Sólo quiero saber si estás bien". Le dije a Marcela que sólo era una nota del vecino. No sabía qué hacer. Mónica podía volver a presentarse y mi querida argentina, que presumía de ser casera, me dijo que no le apetecía salir del piso. Entonces me acordé de una frase de Napoleón: "Las batallas contra las mujeres son las únicas que se ganan huyendo". Cogí mi portátil con sigilo para no levantar sospechas y le dije a Marcela que iba a bajar por algo de comida para la cena. Ella andaba tan absorta viendo la tele que sólo asintió con la cabeza y un "ok".
Y de repente en el portal me encontré con Mónica, que estaba a punto de tocar en el automático. Mi plan de huida estaba parcialmente castrado. Improvisé. Le dije que iba precisamente a su casa, que había visto su nota y que mi móvil no funcionaba bien. La vi algo escéptica, pero aceptó que fuéramos a su piso. Apagué el teléfono con sutileza y pasé toda la noche en su casa. Ella parecía bastante fogosa. Más de lo normal. Después dormimos apaciblemente y apenas me acordé de Marcela.
Y esta mañana he salido rápidamente antes de que se despertara. Y esta vez sí, me he ido al aeropuerto. He mirado posibles destinos y precios. Tenían que ser lejanos y no excesivamente caros. He estado dudando entre Marrakech, Bucarest y Dublín, pero en ese momento he reparado en que no llevaba el pasaporte. Como no corría el riesgo de que Mónica o Marcela me localizaran allí, he pedido en la comisaría del aeropuerto que me hicieran un pasaporte. He dicho que me lo habían robado con una bolsa de mano. He perdido bastante tiempo poniendo la denuncia. Al final, he pasado todo el día en la T3. He comido, he echado una siesta y he cenado. Ahora tengo mi pasaporte, pero no he comprado todavía ningún billete. A primera hora salen vuelos a Marrakech, Londres, París, Berlin, Bucarest, Dublín, Roma y Madrid. He descartado Londres y París por haber estado recientemente. Y Berlín, Roma y Madrid, porque quiero ir hasta allí de forma más premeditada, así que me quedan pocas horas para elegir entre los tres que había pensado inicialmente, Marrakech, Bucarest y Dublín. Lo siento, por ellas, pero yo no voy a vivir estos últimos días agobiado por nadie. Además, el tiempo pasa inexorablemente y sólo quedan 545 días para que todo esto se acabe.

martes, 21 de junio de 2011

Quedan 548 días y algunas horas (En pleno temporal)

Ha sido el peor fin de semana desde que empecé mi nueva vida. Lo he vivido con estrés y hasta con cierto miedo. El resultado lo he visto esta mañana en el espejo. ¡Me han aparecido canas por todas partes! Todo empezó el viernes cuando llegó Marcela. Antes reservé una habitación doble en el hotel Larios para tres noches. De esa forma evitaba que Mónica me encontrara en casa en cuanto viera que mi móvil estaba apagado.Mi desesperación no me hizo darme cuenta de que realmente había buscado alojamiento en la boca del lobo. Un hotelito en Rincón o en Torremolinos habría sido más inteligente.
Marcela llegó con casi tres horas de retraso. No me avisó del retraso y tuve que esperar como un lelo en el aeropuerto. A veces me telefonea para tonterías y el viernes no tuvo el detalle de decirme que llegaría más tarde de lo previsto. Pero, en cuanto la vi aparecer entre una multitud de guiris, olvidé mi malestar. Soltó su maleta y corrió a buscarme. Se abrazó con tanto fuerza que me hizo daño en las costillas. Después llegaron unos besos tímidos y la llevé al hotel. Le dije que en el piso estaban haciendo obras. Llegamos a la hora de cenar, pero como ella no tenía hambre subimos a la terraza para probar unos cócteles. Caipirinha, mojito y piña colada no han de mezclarse en una sola noche. Y menos aún en la cabeza de una atolondrada jovencita de 21 años. Se le subió tanto el alcohol que comenzó a gritarme "te quiero", seguido de "eres el hombre de mi vida". La terraza estaba llena y la vista de la Catedral ya no era la protagonista. Noté que todos miraban nuestra mesa. Entre risas, claro. Le dije a Marcela que nos retiráramos, pero tenía ganas de salir a una discoteca. Lógicamente, en el centro de Málaga no abundan. Y la intenté contentar con el Fragel Rock. Allí bebimos varios chupitos de tequila. Llegó a estar tan ebria como somnolienta, así que fue fácil convencerla para volver a la habitación. En cuanto asomé la cabeza a la calle vi pasar a Mónica con sus amigas. Afortunadamente no me vio, pero intenté quedarme en la puerta un rato por si acaso retrocedían. Marcela no entendía nada. Y mucho menos el 'gorila' que guardaba la entrada. Me pidió por favor que saliera o entrara, pero que no me quedara allí como un pasmarote. Al final, me sacó de un empujón. Caí sobre un grupo de niñatos, que se molestaron conmigo y con el portero. Se formó tal revuelo que pensé que Mónica y sus amigas, que no debían estar a más de veinte metros, podrían acercarse. Así que opté por levantarme como un resorte, coger de la mano a Marcela y salir como alma que lleva el diablo. Ella se quedó dormida con la ropa puesta y yo tardé horas en conciliar el sueño.
Para evitar problemas como el día anterior, pensé que lo mejor era pasar el sábado en Nerja y el domingo en Marbella. El primer día recorrí las playas de Maro, la Cueva, el Balcón de Europa y Frigiliana. Marcela me dijo que no quería tanta excursión. Prefería pasar tiempo conmigo, pero de forma más íntima. El sábado por la noche llegamos tan cansados que me costó sudor y casi lágrimas poder eyacular. Ella ni siquiera aspiraba al orgasmo, pero se lo encontró por el camino. Previamente, me dijo que no le apetecía mucho, pero que podíamos intentarlo.
El domingo visitamos Puerto Banús, pero después de almorzar me dijo que estaba cansada y que quería pasar la tarde en el hotel. Volvimos, igual que fuimos, en taxi (Me he dejado un dineral desde que llegó esta argentina). Echamos un polvo, una siesta y otro polvo. Por ese orden. Marcela me empezó a hablar de planes de futuro, pero afortunadamente le interrumpieron algunos gritos que venían de fuera.

- ¿Quién grita tanto en esta ciudad un domingo por la tarde, boludo?
- Ni idea, pero parece una manifestación.

Y así lo era. Los desarrapados de Democracia Real Ya se acercaban por la calle Larios en dirección a la plaza de la Constitución. Ella insistió en asomarse en el balcón tapada sólo con la sábana. Creo que le gusta mucho llamar la atención. Yo me negué a salir. En cuanto la marcha llegó a la altura del hotel, empezaron a escucharse frases dedicadas a ella. Algunas obscenas y otras con ingenio, hay que reconocerlo. "Guapa, bájate y con la sábana hacemos una pancarta". "No nos mires, únete y si puede ser a mí, mejor". "Oye, si te pones a lo perro, yo te doy mi flauta". Ella sonreía y gritaba como si estuviera implicada. Me harté y fui a sacarla del balcón. En ese momento, escuché desde la calle una voz femenina que gritaba mi nombre. Por instinto cobarde, me agaché. Asomé la cabeza entre los visillos y pude ver que había un grupo de jóvenes que señalaban hacia el balcón. Eran las amigas de Mónica. Segundos más tarde se acercó ella, que venía charlando con otros manifestantes. Pude oír desde la primera planta a una de sus amigas diciendo que yo había aparecido en el mismo balcón donde aún lucía parcialmente sus encantos Marcela. Todas empezaron a gritar mi nombre. Todas, menos Mónica, que parecía incrédula. La que sí reaccionó y para mal fue mi queridísima acompañante de habitación:

- ¿Ernesto? Está aquí, pero es un boludo -les respondió.
- Marcela, cállate, por favor -le susurré.
- Ernesto Jiménez González es mi prometido -gritó sin hacerme el más mínimo caso.

A gatas y semidesnudo me acerqué hasta ella y conseguí sacarla de la escena, mientras reía y decía "mi futuro marido quiere adelantar la noche de bodas". La senté en la cama y cerré las puertas del balcón con cuidado de que no se me viera desde fuera. Pero pude ver la cara de Mónica mirando fijamente hacia arriba.
Después de todo aquello Marcela y yo discutimos bastante. Ella se dio cuenta de que quería ocultar algo, pero no sabía qué. Y yo, evidentemente, me negaba a desvelarlo. Se enfadó bastante y me aseguró que se volvería a Londres si no le contaba lo que estaba pasando. No pude conciliar el sueño hasta bien entrada la madrugada.

Esta mañana me han despertado desde recepción para recordarme que debía dejar la habitación a las doce y quedaban pocos minutos. He dicho que quería seguir algunos días más, pero rápidamente he colgado al darme cuenta de que estaba solo. No estaban ni Marcela ni sus pertenencias. Había huido. De alguna forma, era un respiro. He conectado el móvil y he visto varias llamadas perdidas de Mónica, una de Gabi y otra de Marcela. También tenía de ella un mensaje de texto. "No me he ido. Stoy buskndo que scondes". El maldito sms me ha desconcertado. He hecho la maleta y me he dado cuenta de que no tengo ni la cartera ni mis llaves. He dicho en recepción que me quedaba una noche más para ganar tiempo y no dar explicaciones. He recorrido las calles del centro en busca de Marcela. No he tenido suerte y he vuelto a la habitación para ver si encuentro alguna pista. No he tenido suerte, así que he empezado a relatar estos días para recordar algo que me sirva para desvelar dónde se ha podido meter esta dichosa argentina.
Mientras tanto quedan 548 días y unas pocas horas para que esto definitivamente se vaya a la mierda.

viernes, 17 de junio de 2011

Quedan 552 días (Se aproxima un ciclón argentino)

No sé todavía cómo he podido llegar a esta situación. Con lo tranquilo que andaba yo con mi vida sibarita, y ahora me encuentro con el corazón dividido, nunca mejor dicho, entre dos mujeres. Con Mónica he pasado una buena semana. Al fin ha accedido a acostarse conmigo. Lo hizo primero el domingo. Y repetimos anoche. Pero, desde entonces la veo a veces excesivamente cariñosa, rozando lo empalagoso. En otras ocasiones, la percibo algo ausente e incluso fría. Por su parte, Marcela viene en pocas horas. A las ocho de la tarde tengo que ir a buscarla al aeropuerto. Esta argentina me da miedo. No sé cuánto dinero se ha podido gastar en llamadas, pero me ha telefoneado una media de cuatro veces cada día. Esta historia roza lo obsesión. Tendría que haber cortado por lo sano mucho antes.
A Mónica le dije ayer tarde que venía una prima argentina. He tenido que inventar una historia bastante rebuscada para justificar por qué se queda en mi casa y no en la de cualquier otro familiar. También ha sido un poco enrevesado el argumento para explicar lo de mi supuesta familia sudamericana. Parece que se lo ha creído y ha mostrado su conformidad. Tanto ha sido así que dice que quiere conocerla. Y, claro está, ahí he caído en mi propia trampa. Creo que voy a reservar una habitación en algún hotel de la ciudad para llevarme hasta allí a Marcela. Apagaré el móvil e inventaré alguna otra historia. Después de varias horas de insomnio, mientras mi queridísima 'pihippy' duerme a pierna suelta en mi cama, es lo único que se me ocurre. El resultado no puede ser más que desastroso. Otra opción que no descarto aún es dejar tirada a Marcela y, por supuesto, también apagar el móvil. Pero, no creo que tampoco sea lo mejor. Fui tan lelo que le di la dirección del apartamento. En ese caso, también tendría que buscar algún hotel. Y no me fío mucho de lo que pueda hacer esta loca después. Tampoco descarto hablar con Rubén para que me deje su piso, al menos durante este fin de semana. Se va a Amsterdam hoy y vuelve el lunes. El problema está en que Marcela sólo viene de momento con billete de ida. Me dijo ayer que el de vuelta ya lo comprará cuando lo vea conveniente.
Todo este enredo me ha hecho también reflexionar. Yo tenía que estar mucho más tranquilo y dejarme de enganches sentimentales que sólo me crean angustia. Lo mío es disfrutar en esta dichosa cuenta atrás. Este mundo está empezando su particular agonía y yo apenas he comenzado a vivir despreocudamente este tramo que nos queda. He echado un vistazo a los periódicos estos días. Y todo sigue el rumbo hacia el caos. El problema es que la gran mayoría no sabe interpretar las noticias, pero yo afortunadamente hace tiempo que sé encajar las piezas en el puzzle. Creo que pronto tocará alguna pandemia o una catástrofe natural. No es un presentimiento. Es la lógica de esta paulatina autodestrucción mundial. Un paso más.
Ayer por la mañana desayuné con Gabi y le expliqué algunos detalles de mis teorías. Analicé con él el periódico, pero él sólo se lo tomó a broma. Con su particular ironía, me dijo que si el chef Dani García hacía una versión del campero malagueño, estaba claro que el fin del mundo se acababa. No le encontré la gracia, pero allá él si aún no me cree. Me toma por un pirado, pero estoy seguro de que no soy el único que está convencido de que esto se va a la mierda. Descontentos políticos, desastres naturales, problemas con la alimentación y hasta un eclipse lunar. Esto último es sólo un símbolo, pero tiene una relación estrecha con lo que pasa en el planeta.
Precisamente, lo estuve observando el fenómeno natural junto a Mónica en la playa del Peñón del Cuervo. No sé dónde está la parte romántica de un eclipse, pero le seguí la corriente porque se mostraba muy cariñosa. Estuve con ella y con algunos amigos suyos. Eso la libró de un buen achuchón entre las toallas y la arena. Gabi y Rubén me criticaron duramente por saltarme la cita del miércoles, pero me parece bastante estúpido que ese dichoso día de la semana tenga que ser una cita ineludible. Obligaciones las mínimas o ninguna, por favor.
Mientras escribo, estoy observando a Mónica como se mueve por la cama. Creo que me está buscando con su cuerpo y, claro está, no me encuentra. Me voy a volver a acostar para aprovechar los rescoldos de su calor. Al menos, espero empezar el día con ese desfogue. Lo que pase en las próximas horas mucho me temo que no va a ser tan placentero. En cuanto la 'pihippy' se vaya de casa, tendré que tomar una decisión y dedicar todo el día para montar el dispositivo.
Y entretanto sigue pasando el tiempo. En estos momentos, sólo quedan 552 días y algunas horas para que esto se vaya al carajo.

domingo, 12 de junio de 2011

Quedan 557 días (La semana más rápida)

No doy crédito al tiempo. Ha pasado en esta última semana a la velocidad de la luz. Hace seis días que escribí por última vez y me acabo de dar cuenta de que me he dejado llevar por Mónica. Abandoné mi relato la noche antes de quedar de nuevo con ella. Desde entonces hasta hoy hay quien me da ya por cazado.
El martes por la noche la esperé en la esquina de las calles Beatas y Granada. Llegó puntual, sonriente y algo nerviosa. Le sugerí entrar en un nuevo lugar de tapas, El Patio, que estaba allí mismo, pero no le gustó el ambiente. Me propuso ir hasta el Beatos,al final de la calle, un tugurio de tapas baratas. Durante el trayecto lo pasamos mal. Ninguno de los dos sabía de qué hablar. Después llegaron las cervezas y tomamos el camino de las risas. Era fácil. Yo hacía algunos chistes y ella los reía. Comimos crestas, chorizo criollo y ensaladilla rusa. No estuvo mal, pero sólo el hálito que desprendía hacía poco recomendable acercarnos mucho.
Decidimos tomar un gin tonic en la plaza del Teatro Cervantes para aprovechar el buen tiempo y el 'feeling' que estábamos compartiendo. Fue despojándose de su timidez inicial con relatos sobre sus experiencias con los hombres. Infidelidades, decepciones y hasta un cambio de acera. Me aseguró que su confianza en el sexo masculino era prácticamente nula. Yo asentía y apenas rebatía. Una vez me dijo Gabi que es conveniente no meterse en terrenos farragosos en las primeras citas. Es más, tenía que procurar que la conversación siempre girara en torno a ella. De esa forma, por timidez y nerviosismo provocaría que ella bebiera más alcohol. Rubén asegura que son trucos de los 'perros viejos'. Al menos conseguí que bebiera más que el sábado anterior.
Vi que se sentía a gusto y la invité a cambiar de escenario. Creí que el Pasapenas encajaba en su perfil. Y así fue. Frecuentaba el garito habitualmente. Incluso coincidió conmigo en una ocasión. Fue la noche en la que aquel bohemio y yo fuimos enchironados por error después de una trifulca de rapados. Ella me desveló que me vio en la barra, pero que no se acercó a mí porque estaba junto a este tipo. Al parecer es uno de esos poetas malditos, solitarios y pendencieros de Málaga. ¡Y tuvo una relación con él! Me sorprendió bastante porque creo que le podía doblar la edad.
La conversación se fue diluyendo y perdiendo el sentido. El protagonismo se lo cedimos, por este orden, a una sonrisa de complicidad, mi mano derecha en su cintura y el beso. O más bien, debería decir El Beso. No noté ni el sabor de las crestas ni el del chorizo criollo. Embelesados los dos, pudimos estar perfectamente más de media hora entre ósculos, piropos exagerados y risas. La invité a ir a mi casa, pero ella me paró los pies.

- ¿Tienes prisa? La prisa mata, amigo -me dijo mientras acariciaba mi cara.
- Bueno, teniendo en cuenta que el mundo se acaba en año y medio...

Y ella se rió a carcajadas. Pese a ello, no conseguí mi objetivo. Mónica me dijo que trabajaba al día siguiente y que lo mejor era vernos tranquilamente durante la semana. Es bastante frustrante para un hombre con excitación física  terminar claudicando a la dictadura femenina. Nuestro voto ni cuenta. Ni siquiera para las estadísticas.

Y desde el martes por la noche hasta esta tarde de domingo ando tras ella sin pasar de los besos y de los achuchones. Hemos quedado todas las noches menos la del miércoles. Me da vergüenza admitirlo y siento que mi atracción roza el enamoramiento, aunque creo que es una obsesión relacionada directamente con el hecho de que aún no hemos retozado juntos. Quizás sea el morbo de la negación.
El viernes por la noche se la he presentado a Gabi y Rubén. Ellos aseguran que la conocen de algo, pero no saben de qué. Eso sí, no son muy válidos como consejeros sentimentales. Me dicen que es una 'pihippy', un término con el que denominan a aquellas chicas que van de alternativas, pero que realmente no lo son (Pija más hippy igual 'pihippy'). Y hoy por teléfono Rubén me ha asegurado que si aún no la he catado del todo es porque seguramente ella sea una frígida. Ni siquiera así han conseguido que cambie mi opinión sobre ella.  Además, esta noche hemos quedado en mi casa para cenar. Creo que hoy toca. He pasado todo el día limpiando en el apartametno. Y ahora me pondré a preparar tofu, soja y otros yerbajos que le gustan a ella.
Y poco más he hecho estos días, salvo hablar mucho tiempo por teléfono con Marcela. Ella anda con su particular enamoramiento. Esta tarde me ha dicho que quiere venir el próximo viernes. Y ahora sí que no sé qué hacer. La he intentado convencer para que venga en julio con el fin de ganar algo de tiempo, pero sólo he conseguido ofenderla. Me propuse no meterme en líos y disfrutar de estos últimos días al máximo, pero ahora no sé cómo salir del enredo. Me gustaría realmente que Marcela pasara aquí algunos días, pero creo que mi prioridad ahora mismo es Mónica.
Mientras cavilo sobre ello y preparo una hamburguesa de tofu, me doy cuenta de que ya tan sólo quedan 556 días para el ocaso de nuestro tiempo.

martes, 7 de junio de 2011

Quedan 562 días (Entre pepinos y la 'pihippy')

Estoy bastante desconcertado. Mi salud parece ser que no pasa por su mejor momento. Gracias a una amiga de Rubén que trabaja en el Clínico he podido conocer hoy los resultados de los análisis que me hicieron allí. Anemia y  el ácido úrico y el colesterol por la nubes. Me aconsejan cuidar mi alimentación. La joven doctora, un antiguo ligue de Rubén, asegura que tengo que reducir mis ingestas de alcohol, carnes rojas y mariscos. Eso me ha fastidiado bastante el día de hoy. La chica se ha quedado anonadada cuando le he preguntado si podría durar al menos un año y medio así, que es, más o menos, lo que necesito. Me ha respondido muy seriamente que la alimentación no es para tomársela a bromas. Eso y que haga algo de deporte.
Todo lo contrario he hecho precisamente estos últimos tres días. El viernes me levanté con resaca, sed y poco apetito. No almorcé, pero me atiborré a dulces en la cafetería de Lepanto. La ocasión lo merecía. Me encontré en calle Larios con Zelma, aquella nibelunga que pasó por mi cama sólo para dormir. Le expliqué que había estado viajando, que estuve ingresado en el hospital y que para colmo mi móvil estaba desaparecido. Como buena estudiante Erasmus, tiene un presupuesto corto, pero un apetito voraz. Creo que ni siquiera supo valorar la calidad de las 'delicatessen' que le pusieron delante de sus narices. Me resultó gracioso e incluso erótico verla con la cara llena de nata. Se la quité con el dedo y se lo dejé uno segundos a su alcance para que ella lo chupara. Fue un intento tan desesperado como patético. Creo que a esta teutona no le hierve la sangre. Y no hablemos de la libido. Me estuvo contando lo de la crisis del pepino y la que habían liado sus paisanos. Pero, con un escote pronunciado y con una mente calenturienta como la mía era normal que yo pensara únicamente en el lado más pervertido del asunto. Le dije incluso que si quería probar un auténtico pepino español sólo tenía que decírmelo. No cogió el chiste. Y si lo hizo, evitó aparentarlo. Me dijo que se iba al día siguiente a Munich a ver a sus padres. A la vuelta, en dos semanas, nos veríamos.

El sábado fue el mejor día de la semana. Después de quedarme descansando la noche anterior en casa por una preocupante fatiga física, lo único que me apetecía era un masaje. Repetí en los Baños Árabes por cercanía y porque me tenía ganas de ver a aquella chica de aspecto hippy. Sus manos son únicas. Consiguió quitar una contractura que tenía en la espalda. Se lo agradecí invitándola a tomar algo. Me dijo que no podía porque había quedado para ir a la Feria de la Tapa de Rincón, pero me invitó a acompañarla. Y como no tenía nada mejor que hacer, accedí. Creo que ella no se lo esperaba. Fuimos en su coche.
Me sorprendió ver que sus amigos no eran tan alternativos. Al menos, físicamente. Eran dos parejas de treintañeros. Hablaron de Democracia Real Ya y me hice el interesado. Fue fácil aparentar que estaba con ellos. La comida fue lo peor. De pie, al sol y con mucha gente. Tomamos café justo al lado y después cayeron unos gin tonics. Mi masajista, Mönica, apenas bebe alcohol. Y eso es un handicap, está claro. Volvimos casi de noche y me dejó  en la puerta de mi casa. Rehusó subir pese a mi insistencia. Me dijo que vivía cerca. En calle san Millán. Nos intercambiamos los teléfonos y sonreímos como dos tontos enamorados.

Ayer al mediodía la llamé. Intenté quedar con ella, pero estaba con sus amigas tostándose al sol en la playa de Pedregalejo. Inmediatamente me la imaginé haciendo topless. Por la noche, me telefoneó ella. Estuvimos casi una hora hablando. Creo que hay buena sintonía entre los dos. Ella no es tan hippy como aparenta. Sólo se ha apuntado a una moda. La he invitado a tomar algo mañana por la noche. Me ha pedido que no la espere en la puerta de los Baños Árabes. No estaría bien visto por sus jefes, que ya se han familiarizado con mi cara.
Esta tarde, después de haber conocido los resultados de mis análisis, he conseguido hacerme un nuevo móvil con el mismo número. He hablado con Marcela, que parece demasiado ansiosa por venir. Me ha comentado que probablemente venga en diez días. Me da algo de miedo todo esto. Esta argentina tiene algo de psicópata. Además, sinceramente en estos días pienso más en Mónica que en ella. Bueno, y en mi salud. Estoy planteándome ir a un gimnasio y empezar a hacer una dieta. Al menos, durante unos meses. Lo suficiente para tener buena salud y un aspecto aceptable mientras todo esto se va al carajo. De hecho, miro mis notas y compruebo que quedan 562 días para el fin del mundo.