sábado, 17 de septiembre de 2011

Quedan 460 días (¿Esquizofrenia paranoide o un hombre misterioso?)

Dublín es una ciudad sorprendentemente pequeña. Bueno, al menos lo es su casco antiguo. Muy poco he visto de lo que dejó escrito James Joyce. Ni rastro de su Ulysses. Mucho souvenir y mucho bar irlandés. También abundan sus bebidas tópicas, la Guiness y el Jameson. De la primera vi su fábrica y me he bebido en una sermana casi diez litros. Viajar en solitario termina siendo a veces tan aburrido que uno suma sus ingestas alcohólicas. Dublín no me ha parecido del todo anodino, pero podría haber sido mejor. La compañía de una mujer me hubiera ido bien, aunque con las miles de tiendas que hay en su centro histórico lo mismo podría haber sido una pesadilla.
Ha sido una semana que me ha venido bien para desconectar. El sol no calienta allí demasiado y menos si se comporta con timidez y se esconde a menudo entre nubes. He evitado días de calor en Málaga y he conseguido ordenar algunas ideas. Necesito relacionarme más, pero también elegir bien mis compañías. Nada de Albertllanes ni Marcelas. Me han aportado más perjuicios que beneficios. Debo ir en busca de Gabi y Rubén. Y quizás de Mónica. No descarto volver a quedar con Zelma. La última vez que la vi fue en la cena que tuvimos en Pedregalejo, pero no me comí un colín con ella.

Pese a estas buenas ideas, mi cabeza está dándole vueltas a algunos cabos sin atar. Espero que aquella sustancia que me dieron en la fiesta de Albertllanes no sea la culpable. Tampoco quiero parecer un paranoico. La cuestión es que noto que me alguien me sigue. En Dublín, no, pero por Málaga sí. Hace dos semanas en el aeropuerto vi a un tipo con chaqueta que no me quitaba el ojo de encima. Estaba inquieto, pero quise pensar que me confundía con otra persona. Me contemplaba mientras pasaba el control de seguridad. A partir de ahí lo perdí de vista. Justo a la vuelta el tipo estaba esperando como un familiar más en la salida de pasajeros. Llevaba el mismo traje negro, algo muy llamativo en pleno mes de septiembre en Málaga. Debía tener unos cuarenta años. Pelo negro, mi misma altura y una complexión atlética. Me inquietaba su mirada. Si me vigilaba, parecía tener la necesidad de que yo lo supiera. Salí a buscar un taxi y notaba que me seguía, pero, cuando me quise dar la vuelta para preguntar qué quería, no estaba. ¿Será mi imaginación? ¿Algún tipo de paranoia? ¿Un brote de esquizofrenia?
La semana ha pasado y no he querido pensar mucho en aquel tipo. He vuelto a establecer contactos con Gabi, pero se ha echado una novia. Dice que la conoció en feria y que tiene muchas amigas de buen ver. Ha insistido en que esta noche salga con ellos dos y las chicas. He dicho que sí y hasta me he ilusionado.Gente con la que hablar. Creo que echaba de menos eso. Que me escuchen.
Anoche, sin embargo, me di una vuelta por el centro. Solitario, pero feliz porque sé que esta noche alguien oirá lo que tengo que decir. Paseaba por la calle Caldererías rumbo a casa después de haber tomado un par de Alhambra 1925 cuando me tropecé de nuevo con ese tipo sospechoso. Iba con una ropa más de esta época del año. Camisa de manga corta y pantalón de lino. Ambos de color beige. Estaba fumando un cigarrillo sentado el restaurante Chiqui. Tenía la mirada ausente, pero sé que adivinó mi presencia. Dudé. Quise preguntarle quién era, pero no me vi capaz. Quise pensar que todo aquello era casualidad. Quizás acompañó y recogió a alguien que iba y venía en el mismo avión que yo. Y anoche simplemente disfrutaba de una cena tranquila y en solitario, como he hecho yo a menudo en los últimos meses.
Todo eso podía ser normal, pero no que apareciera en una fotografía del periódico esta mañana como público en un partido de baloncesto que se jugó ayer en Lituania a las cuatro de la tarde. He mirado bien la imagen y sé qué es él. Además, llevaba de nuevo ese traje negro. Quiero quitarle importancia, pero no puedo del todo porque no soy capaz de encontrarle el sentido. No tiene lógica. Es posible, pero poco probable que haya sido capaz de hacer en tan poco tiempo un viaje desde Kaunas por Málaga. Necesariamente tendría que haber pasado por otro aeropuerto.
Estoy llegando a pensar que es una mala jugada de mi cada vez má maltrecha cabeza. El golpe de la botella de Larios, la sustancia alucinógena que me dieron en la fiesta o el abuso del alcohol pueden ser los culpables. Si me lo vuelvo a encontrar, intentaré hablar con él. Yo no debería estar preocupado por nada de esto. Sólo tendría que estar centrado en disfrutar de los 460 días que quedan para que esto desaparezca.

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