viernes, 2 de septiembre de 2011

Quedan 475 días (después de la tormenta llega la calma)

Ha terminado el aciago agosto y septiembre se ha despertado con una sonrisa para mí. Ya no llevo mi férula ni la muleta, aunque reconozco que mi tobillo todavía se resiente. Mi pierna ha perdido masa muscular y, por eso, uso estos días pantalón largo. Me enfrento al calor veraniego malagueño sin reparos. Después de unos días de ansiedad y de desasosiego, he decidido apostar por la vitalidad. No voy a caer en el pesimismo. Las malas rachas están para superarlas. Y así lo hago. Creo que mi salud ha mejorado notablemente desde que he cambiado algunos hábitos alimenticios. También he reducido mi ingestas de mojito y gin tonic. Ahora me ha dado por la cerveza y creo que estoy redescubriendo su sabor. Además, creo que es lo más idóneo ahora que me voy a Dublín. Mañana salgo de madrugada dispuesto a disfrutar de sus 'birras', de sus 'pubs', de su clima y de su gente. Dicen que es una tierra hospitalaria. Espero que sea así y que me acoja lo mejor posible. De momento, sé que allí me esperan. He contactado a través de un foro de viajero con un grupo de alemanes y otro de españoles para compartir experiencias y buenos ratos. ¿Por qué no? Ya estoy hartándome de tanta soledad. Creo que tengo que aprovecharme de la bondad humana en estos últimos días. Lo que no sé es si contarles o no mis teorías. No quiero que me miren como a un loco.

Durante esta última semana todo no ha sido reflexionar. He tenido algunas experiencias desagradables, como el juicio rápido por la agresión de Teresa. Fue el miércoles. El juez me recriminó que en mi relato de los hechos me refiriera a mi ex mujer como la 'vaca burra'. Tengo que reconocer que perdí un poco los papeles al recordar la paliza que me propinó. Al final, todo se queda en una sanción económica para ella. No tengo ni siquiera derecho a una indemnización por los días pasados en el hospital. Pienso que me merecería alguna compensación. La vaca burra mostró su arrepentimiento y soltó algunas lágrimas. Su abogado defendió que la agresión respondió a una provocación previa, a la que se añadía el estado de embriaguez y la consiguiente enajenación mental transitoria. No creo que estuviera tan borracha, pero no pienso darle más vueltas al asunto. El juez tampoco creyó conveniente seguir con la orden de alejamiento y me ha reprochado que no quiera a ver mis hijos. También salió a la luz mi fuga del hospital con el desgraciado de Albertllanes. ¿Dónde andará ese pendejo?

Y ayer estuve en Gibraltar. He sacado algo de dinero del 'fondo de inversiones'. Afortunadamente, Teresa parece haberse olvidado de lo que pidió su abogada en el divorcio. No tienen pruebas de que exista y que realmente sea una sociedad ficticia en el Peñón. Mejor así. Aproveché el día para recordar mi estancia en Londres. Y todo eso evocó también a esa loca argentina de la que no sé absolutamente nada. Ni de Marcela ni de Mónica. En estos días convulsos he llegado a pensar que realmente ninguna de las dos existen y son fruto de mi imaginación. Pero, eso es imposible. No creo que sea un esquizofrénico. Estoy seguro que mucha gente lo piensa. O eso o que soy un paranoico. O simplemente un loco de atar. Rubén, Gabi y compañía no quieren saber mucho de mí. No me importa mucho. Del que no quiero volver a saber nada es de Albertllanes y de sus amigos, pero algo me dice que aparecerán tarde o temprano. Málaga es una gran ciudad donde todo el mundo se conoce.

Pero yo estoy ahora en lo mío, es decir, en disfrutar de la vida. Y pienso completamente en Dublín. A la vuelta de Gibraltar en taxi llovió. El tiempo me hace un guiño de lo que me voy a encontrar allí. No me importa para nada que haga frío. Llevo varios días más que harto del calor malagueño.

Mientras todo esto acontece, el calendario inverso no para y ya sólo quedan 475 días para el fin del mundo.

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