martes, 7 de junio de 2011

Quedan 562 días (Entre pepinos y la 'pihippy')

Estoy bastante desconcertado. Mi salud parece ser que no pasa por su mejor momento. Gracias a una amiga de Rubén que trabaja en el Clínico he podido conocer hoy los resultados de los análisis que me hicieron allí. Anemia y  el ácido úrico y el colesterol por la nubes. Me aconsejan cuidar mi alimentación. La joven doctora, un antiguo ligue de Rubén, asegura que tengo que reducir mis ingestas de alcohol, carnes rojas y mariscos. Eso me ha fastidiado bastante el día de hoy. La chica se ha quedado anonadada cuando le he preguntado si podría durar al menos un año y medio así, que es, más o menos, lo que necesito. Me ha respondido muy seriamente que la alimentación no es para tomársela a bromas. Eso y que haga algo de deporte.
Todo lo contrario he hecho precisamente estos últimos tres días. El viernes me levanté con resaca, sed y poco apetito. No almorcé, pero me atiborré a dulces en la cafetería de Lepanto. La ocasión lo merecía. Me encontré en calle Larios con Zelma, aquella nibelunga que pasó por mi cama sólo para dormir. Le expliqué que había estado viajando, que estuve ingresado en el hospital y que para colmo mi móvil estaba desaparecido. Como buena estudiante Erasmus, tiene un presupuesto corto, pero un apetito voraz. Creo que ni siquiera supo valorar la calidad de las 'delicatessen' que le pusieron delante de sus narices. Me resultó gracioso e incluso erótico verla con la cara llena de nata. Se la quité con el dedo y se lo dejé uno segundos a su alcance para que ella lo chupara. Fue un intento tan desesperado como patético. Creo que a esta teutona no le hierve la sangre. Y no hablemos de la libido. Me estuvo contando lo de la crisis del pepino y la que habían liado sus paisanos. Pero, con un escote pronunciado y con una mente calenturienta como la mía era normal que yo pensara únicamente en el lado más pervertido del asunto. Le dije incluso que si quería probar un auténtico pepino español sólo tenía que decírmelo. No cogió el chiste. Y si lo hizo, evitó aparentarlo. Me dijo que se iba al día siguiente a Munich a ver a sus padres. A la vuelta, en dos semanas, nos veríamos.

El sábado fue el mejor día de la semana. Después de quedarme descansando la noche anterior en casa por una preocupante fatiga física, lo único que me apetecía era un masaje. Repetí en los Baños Árabes por cercanía y porque me tenía ganas de ver a aquella chica de aspecto hippy. Sus manos son únicas. Consiguió quitar una contractura que tenía en la espalda. Se lo agradecí invitándola a tomar algo. Me dijo que no podía porque había quedado para ir a la Feria de la Tapa de Rincón, pero me invitó a acompañarla. Y como no tenía nada mejor que hacer, accedí. Creo que ella no se lo esperaba. Fuimos en su coche.
Me sorprendió ver que sus amigos no eran tan alternativos. Al menos, físicamente. Eran dos parejas de treintañeros. Hablaron de Democracia Real Ya y me hice el interesado. Fue fácil aparentar que estaba con ellos. La comida fue lo peor. De pie, al sol y con mucha gente. Tomamos café justo al lado y después cayeron unos gin tonics. Mi masajista, Mönica, apenas bebe alcohol. Y eso es un handicap, está claro. Volvimos casi de noche y me dejó  en la puerta de mi casa. Rehusó subir pese a mi insistencia. Me dijo que vivía cerca. En calle san Millán. Nos intercambiamos los teléfonos y sonreímos como dos tontos enamorados.

Ayer al mediodía la llamé. Intenté quedar con ella, pero estaba con sus amigas tostándose al sol en la playa de Pedregalejo. Inmediatamente me la imaginé haciendo topless. Por la noche, me telefoneó ella. Estuvimos casi una hora hablando. Creo que hay buena sintonía entre los dos. Ella no es tan hippy como aparenta. Sólo se ha apuntado a una moda. La he invitado a tomar algo mañana por la noche. Me ha pedido que no la espere en la puerta de los Baños Árabes. No estaría bien visto por sus jefes, que ya se han familiarizado con mi cara.
Esta tarde, después de haber conocido los resultados de mis análisis, he conseguido hacerme un nuevo móvil con el mismo número. He hablado con Marcela, que parece demasiado ansiosa por venir. Me ha comentado que probablemente venga en diez días. Me da algo de miedo todo esto. Esta argentina tiene algo de psicópata. Además, sinceramente en estos días pienso más en Mónica que en ella. Bueno, y en mi salud. Estoy planteándome ir a un gimnasio y empezar a hacer una dieta. Al menos, durante unos meses. Lo suficiente para tener buena salud y un aspecto aceptable mientras todo esto se va al carajo. De hecho, miro mis notas y compruebo que quedan 562 días para el fin del mundo.

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