domingo, 12 de junio de 2011

Quedan 557 días (La semana más rápida)

No doy crédito al tiempo. Ha pasado en esta última semana a la velocidad de la luz. Hace seis días que escribí por última vez y me acabo de dar cuenta de que me he dejado llevar por Mónica. Abandoné mi relato la noche antes de quedar de nuevo con ella. Desde entonces hasta hoy hay quien me da ya por cazado.
El martes por la noche la esperé en la esquina de las calles Beatas y Granada. Llegó puntual, sonriente y algo nerviosa. Le sugerí entrar en un nuevo lugar de tapas, El Patio, que estaba allí mismo, pero no le gustó el ambiente. Me propuso ir hasta el Beatos,al final de la calle, un tugurio de tapas baratas. Durante el trayecto lo pasamos mal. Ninguno de los dos sabía de qué hablar. Después llegaron las cervezas y tomamos el camino de las risas. Era fácil. Yo hacía algunos chistes y ella los reía. Comimos crestas, chorizo criollo y ensaladilla rusa. No estuvo mal, pero sólo el hálito que desprendía hacía poco recomendable acercarnos mucho.
Decidimos tomar un gin tonic en la plaza del Teatro Cervantes para aprovechar el buen tiempo y el 'feeling' que estábamos compartiendo. Fue despojándose de su timidez inicial con relatos sobre sus experiencias con los hombres. Infidelidades, decepciones y hasta un cambio de acera. Me aseguró que su confianza en el sexo masculino era prácticamente nula. Yo asentía y apenas rebatía. Una vez me dijo Gabi que es conveniente no meterse en terrenos farragosos en las primeras citas. Es más, tenía que procurar que la conversación siempre girara en torno a ella. De esa forma, por timidez y nerviosismo provocaría que ella bebiera más alcohol. Rubén asegura que son trucos de los 'perros viejos'. Al menos conseguí que bebiera más que el sábado anterior.
Vi que se sentía a gusto y la invité a cambiar de escenario. Creí que el Pasapenas encajaba en su perfil. Y así fue. Frecuentaba el garito habitualmente. Incluso coincidió conmigo en una ocasión. Fue la noche en la que aquel bohemio y yo fuimos enchironados por error después de una trifulca de rapados. Ella me desveló que me vio en la barra, pero que no se acercó a mí porque estaba junto a este tipo. Al parecer es uno de esos poetas malditos, solitarios y pendencieros de Málaga. ¡Y tuvo una relación con él! Me sorprendió bastante porque creo que le podía doblar la edad.
La conversación se fue diluyendo y perdiendo el sentido. El protagonismo se lo cedimos, por este orden, a una sonrisa de complicidad, mi mano derecha en su cintura y el beso. O más bien, debería decir El Beso. No noté ni el sabor de las crestas ni el del chorizo criollo. Embelesados los dos, pudimos estar perfectamente más de media hora entre ósculos, piropos exagerados y risas. La invité a ir a mi casa, pero ella me paró los pies.

- ¿Tienes prisa? La prisa mata, amigo -me dijo mientras acariciaba mi cara.
- Bueno, teniendo en cuenta que el mundo se acaba en año y medio...

Y ella se rió a carcajadas. Pese a ello, no conseguí mi objetivo. Mónica me dijo que trabajaba al día siguiente y que lo mejor era vernos tranquilamente durante la semana. Es bastante frustrante para un hombre con excitación física  terminar claudicando a la dictadura femenina. Nuestro voto ni cuenta. Ni siquiera para las estadísticas.

Y desde el martes por la noche hasta esta tarde de domingo ando tras ella sin pasar de los besos y de los achuchones. Hemos quedado todas las noches menos la del miércoles. Me da vergüenza admitirlo y siento que mi atracción roza el enamoramiento, aunque creo que es una obsesión relacionada directamente con el hecho de que aún no hemos retozado juntos. Quizás sea el morbo de la negación.
El viernes por la noche se la he presentado a Gabi y Rubén. Ellos aseguran que la conocen de algo, pero no saben de qué. Eso sí, no son muy válidos como consejeros sentimentales. Me dicen que es una 'pihippy', un término con el que denominan a aquellas chicas que van de alternativas, pero que realmente no lo son (Pija más hippy igual 'pihippy'). Y hoy por teléfono Rubén me ha asegurado que si aún no la he catado del todo es porque seguramente ella sea una frígida. Ni siquiera así han conseguido que cambie mi opinión sobre ella.  Además, esta noche hemos quedado en mi casa para cenar. Creo que hoy toca. He pasado todo el día limpiando en el apartametno. Y ahora me pondré a preparar tofu, soja y otros yerbajos que le gustan a ella.
Y poco más he hecho estos días, salvo hablar mucho tiempo por teléfono con Marcela. Ella anda con su particular enamoramiento. Esta tarde me ha dicho que quiere venir el próximo viernes. Y ahora sí que no sé qué hacer. La he intentado convencer para que venga en julio con el fin de ganar algo de tiempo, pero sólo he conseguido ofenderla. Me propuse no meterme en líos y disfrutar de estos últimos días al máximo, pero ahora no sé cómo salir del enredo. Me gustaría realmente que Marcela pasara aquí algunos días, pero creo que mi prioridad ahora mismo es Mónica.
Mientras cavilo sobre ello y preparo una hamburguesa de tofu, me doy cuenta de que ya tan sólo quedan 556 días para el ocaso de nuestro tiempo.

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