miércoles, 3 de agosto de 2011

Quedan 505 días (De lágrimas femeninas y aventuras inesperadas)

No hay mal que por bien no venga. El alta médica no estaba prevista al menos hasta el lunes, pero el mismo sábado por la mañana aconteció algo que ha cambiado de momento mi devenir. Ingresó con algunas contusiones en el abdomen y un fuerte golpe en la cabeza un tipo muy peculiar. Aparentemente no tiene nada de especial. Alto, moreno, de nariz aguileña. Ronda mi edad, aunque asegura que tiene el cerebro de Benjamin Button y que, por tanto, es difícil saber con certeza cuántos años reales tiene. Se llama Alberto Llanes, pero afirma que desde hace años todo el mundo se refiere a él como 'Albertllanes'. El sábado intercambiamos nuestros pareceres de la vida y me atreví a contarle mis convencimientos sobre el fin del mundo. No sólo prestó bastante atención sino que terminó confesándome que lleva años practicando una vida hedonista porque está seguro de que esto también se va a la mierda. Sobre la fecha no prefiere pronunciarse, pero es algo que no me importa. Al menos, he encontrado un buen compañero de viaje. Parece de fiar y creo que da la misma sensación de enajenado para aquellos que no están entendiendo nada.

- El Málaga con un equipazo de fútbol, Estados Unidos camino de la bancarrota, Rajoy como futuro presidente... ¿Tú crees, amigo, que esto es algo normal? Algo está pasando y no me refiero a los problemas físicos del planeta -me dijo nada más despertar de una profunda siesta.
- Bueno, yo no me tomo esto muy a broma, pero sí que están pasando cosas raras.
- Y nosotros dos aquí y ahora.
-¿Cómo? -no capté a qué se refería.
- Pues, que estamos encerrados en este puñetero hospital mientras podríamos estar disfrutando de la vida.
- Bueno, yo, al menos hasta el lunes.
- Pues yo me voy ya.
- ¿Ya? -me sonó tan extraño que me incorporé de la cama como un resorte.
- Y tú te vienes conmigo, hombre -terminó la frase con una carcajada.

Y así hicimos. Nos quitamos la indumentaria hospitalaria y nos vestimos con la ropa que llevábamos al entrar. Me sorprendió que tuviéramos el mismo estilo. Vaqueros, camisa corta y chanclas de cuero. Para disimular un poco nos pegamos a un grupo de visitantes que salía de la planta. Sin embargo, una de las enfermeras nos reconoció y nos gritó: "¿Dónde van ustedes?". Albertllanes respondió "bien", emulando a los payasos de la tele. Me cogió de la mano y salimos como alma que lleva el diablo por las escaleras. No sé de dónde saqué fuerzas, pero conseguí levar su ritmo. Cuando llegamos a la planta baja echamos más disimulo y andamos tranquilamente. Cogimos un taxi.

- ¿A dónde van los señores? -preguntó el conductor.
- A mi casa -respondió sereno mi ya ex compañero de habitación.
- Pues si es tan amable de decirme dónde está... -continuó la broma el taxista.

Fuimos hasta Almayate, una aldea costera de la Axarquía. Allí, siguiendo las indicaciones de Albertllanes, el taxista nos dejó en la puerta de un chalé. No era de gran tamaño, pero sí parecía bastante acogedor. Pronto me di cuenta de que no era su casa. No sabía ni qué llave utilizar ni dónde se encendía la luz. "Es la casa de mi ex, que está de vacaciones", me aclaró. Aún así, tenía un par de bolsas con su ropa en una de las habitaciones. Sacó dos bañadores y dos camisetas. Nos cambiamos y nos fuimos directamente a un chiringuito que estaba a pocos metros de allí. Y digo un chiringuito por llamarlo de alguna forma. Los lugareños lo llaman la 'Isla del Disfrute', que parece denominar más bien a un prostíbulo, pero realmente se llama El Hornillero. Es de esos establecimientos que ya no hay en el litoral malagueño. "Un chiringuito salvaje", afirmaba Albertllanes mientras probaba un mojito al anochecer. Se come y se bebe bien y barato. Tienen buena música, aunque repiten en exceso The Clash y Bunbury. Aún así no puedo tener queja. Creo que sin este tipo nunca hubiera llegado hasta allí.
Hemos pasado largas horas allí, mientras observábamos a clientes y sobre todo a clientas. "Aquí hay muy buen ganado", afirma con rotundidad, como lo hace con todo. Es un tipo que no entiende de dudas. Es categórico, aunque confieso que, por momentos, esa actitud de sabelotodo me ha resultado molesta. Pero, tampoco me puedo quejar de él. Me ha dado cobijo y me ha llevado hasta un rincón que desconocía.
Me ha hablado largas horas de las mujeres, de sus hormonas y de sus penas.

-No hay nada más triste y sensual al mismo tiempo que ver a una mujer llorar. Algunas demuestran su sensibilidad femenina con un manantial lacrimógeno. Otras usan el llanto como arma defensiva e incluso ofensiva. Para otras es sólo cuestión de hormonas. Amigo Ernesto -así me llama con frecuencia-, es cuestión genética. Ellas ovulan, tienen la regla,... Vamos, que tienen una revolución hormonal interna. ¿Me entiendes? Son la hostia. Una sola lágrima femenina puede partir el corazón de mil hombres. Es una herramienta, un arma, pero también una condena. Si haces llorar a una mujer, te sentirás como un condenado; si sólo la ves derramar lágrimas sin saber el por qué, te sentirás como un desdichado. No hay ser más frágil ni más sensible en la naturaleza.

Que después de una disertación como ésta en la mesa de al lado una chica rompa a llorar y se abrace a un hombre es la mejor clase teórica-práctica que se puede hacer. Eso sí, la sensibilidad escaseaba en aquella escena. La cara de la chica se había afeado bastante y los mocos que le colgaban de la nariz en poco ayudaban. El tipo al que estaba abrazado tenía cara de no saber el por qué de aquel llanto.

Tanto el lunes como el martes, Albertllanes y yo hemos recorrido las playas de la zona, aunque hemos tenido todos los días la deferencia de visitar El Hornillero, donde se nos saluda casi como a gente de la familia. Incluso los perros, que están siempre tumbados en la arena, parecen sonreírnos cuando llegamos.

- ¿Sabes qué es lo que tiene este chiringuito de especial? Que nos pone más en contacto con la naturaleza. Estamos pisando la arena de la playa y tenemos la sombra de las plantas. Comemos sin aditivos. ¿Qué más queremos? Es la mejor forma de reconciliarnos con el ser humano.

Esas frases me sonaron algo sectáreas cuando me las dijo anoche. Pero, más desconcertado estoy desde entonces porque en el día de hoy asegura que me va a dar una sorpresa para seguir en contacto con la naturaleza. Esta mañana hemos cogido el coche de su ex y nos hemos ido hasta una tienda Decathlon. Allí hemos comprados unas sandalias para andar por el agua, bolsas de neopreno, frontales, linternas,... La verdad es que no estoy muy seguro de querer seguirle. Lo que me apetece es continuar con mi ritmo. Me ha dicho que después de almorzar nos vamos de aventura. Tendré que confiar en él. De momento, no puedo quejarme. Eso sí, no quiero perder el tiempo, porque esto se encamina ya a los 500 días. Y ahora sólo faltan 505 para que todo esto se vaya definitivamente a la mierda.

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