miércoles, 25 de mayo de 2011

Quedan 575 días (Reflexiones antes de ir a la 'ciudad de la luz')

En pocas horas parto a París. ¡Qué ganas tengo! Creo que me he quedado corto con una estancia de cinco días, pero también tengo que cuadrar cuentas con los días que me quedan. Entre ayer y hoy he recopilado en Internet bastante información de la ciudad, de los sitios que visitar, dónde comer. Incluso un plano de la ciudad me he descargado. Ahora todos son facilidades para viajar. No entiendo por qué la gente no lo hace más. Aquí en Málaga sólo se dedican a hablar de los resultados electorales del domingo. Ni sé quién ha ganado ni me interesa un pimiento. Ninguno va a impedir que disfrute lo que me, nos queda de tiempo.
Afortunadamente vivo en mi propio mundo y eso me permite una evasión total. Viajar, un buen yantar, beber y fornicio en la medida de lo posible. ¿Qué más necesito sabiendo que esto se va al carajo? ¿Amor?¿Cariño? ¿Comprensión? Ya los tuve en su momento y de poco sirvieron. Ahora todo eso se los dejo a los románticos y a los papanatas. Tengo claro que no me quiero convertir en un cabrón con pintas, pero, si alguien me quiere impedir el acceso a lo que yo considero mi felicidad, va a conocer la peor versión de mí. El Ernesto 2.0 no tiene nada que ver con el cándido marido servil y frustrado. ¿No fui generoso con Alfonsito, Tomasito y con la madre que los parió? ¿No dediqué años de mi vida trabajando para un usurero que no me dejaba prosperar en su empresa?
Estos día ando de reflexión porque algunos me critican mi forma de querer ser feliz. Gabi bromea y me dice simplemente que estoy ovulando y que eso me está agriando el carácter. Ayer me volvió a preguntar por mis creencias.

- Ernesto, ya en serio. ¿De verdad tú crees que esto se acaba?
- Tan seguro estoy que mira lo que estoy haciendo con mi vida.
- ¿Y si estás equivocado?
- No lo estoy. ¿Has visto el volcán que ha entrado erupción en Islandia? ¿Y los últimos terremotos? Esto es sólo el principio.
- ¿Y los indignados también?
- No creo que lleguen muy lejos, pero lo mismo son el ingrediente humano que falta para la coctelera de la destrucción final -me sorprendí combinando esas palabras-. Nunca se sabe, quizás provoquen una rebelión de masas que dé el empujoncito final a un desastre bélico mundial.

Gabi sonrió y me tomó, una vez más, por un loco simpático. Lo mismo pensaba yo de él hace años. Estuvimos almorzando ayer en la terraza del Málaga Palacio, un hotel que te hace disfrutar de vistas únicas de la ciudad. La postal de Málaga sería perfecta si se pudieran eliminar algunos puntos del puerto y el horrible edificio que está entre el castillo de Gibralfaro y el Museo del Patrimonio. París me aguarda con una estética bien diferente. Estoy seguro. No tiene mar, pero tampoco lo echa en falta. Gabi me dijo ayer que ha estado varias veces y que le decepcionó porque lo vio todo muy gris. ¿Gris? Así será el color de las pocas neuronas de este insensato de escaso gusto.
Por la tarde, me llamó Marcela para darme una buena noticia. Me acompañará durante el fin de semana en la 'ciudad de la luz'.
Esta mañana me ha vuelto a llamar y hace dos horas también. Habla mucho, pero su acento es encantador. Es más, me pone mucho. Lo que no sé encajar es su excesivo cariño. Está bien que ponga pasión en las cosas, pero parece como si yo fuera el amor de su vida y que me echara de menos de verdad. Bueno, ella dice "te extraño". Le compraré algún detalle cuando llegue mañana a París.
Hoy he invitado a comer a Raquel. Le he vuelto a pedir disculpar por mi fuga de la otra noche. Le he mostrado un resguardo de la denuncia que interpusieron contra mí y aquel loco bohemio por la pelea en el Pasapenas. Parece que me ha creído, pero no han entendido muy bien por qué la dejé sola en mi casa aquella noche. Eso sí, ha aprovechado para traerme todo lo necesario para hacer su Declaración de la Renta. Está claro que yo la mía no la haré este año. ¡Que me busquen! Hemos almorzado en un bar de tapas llamado Pepa y Pepe. Ella ha insistido, pero no me apetecía para nada. Apenas he comido. Sólo ponían fritangas de pescado y ensaladillas. El vino de la casa no se merece ningún comentario. No se pueden ir derrochando epítetos despectivos así como así.
Le he animado a pasar la sobremesa en mi casa, pero ha puesto como excusa que tenía que recoger a sus vástagos de clase de kárate. En el fondo me ha venido bien porque he tenido tiempo suficiente para hacer la maleta y no olvidar nada. En cuatro horas viene el taxi a buscarme y no tengo sueño. Me gustaría hacer alguna trastada a los vecinos. Sobre todo al de la puerta B. Grita mucho por teléfono y pone la música muy alta. Pero, pospongo la venganza para mi vuelta.
Mientras tanto, restan 575 días para que esto se vaya a la mierda.

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