jueves, 5 de mayo de 2011

Quedan 595 días (Preparado para Londres)

Esta mañana me he levantado después de un profundo y reparador sueño. En él he podido ahogar mis frustraciones de ayer. Me he levantado muy entusiasmado por el viaje a Londres. Tantos años esperando a viajar a una gran capital europea y, por fin, es posible. ¡Cuántas veces me ha convencido la vaca burra de que no era el momento!
He salido a comprar alguna ropa de abrigo porque parece que la capital inglesa me recibirá con noches frías. Salgo mañana a las siete de la mañana en vuelo directo. Y hasta eso me da emoción. Hace un lustro que no me subo a un avión. He ido a Luces a comprar algunas guías para moverme por la ciudad. Allí uno de los dependientes me ha reconocido. Después de saludarme afablemente, me ha recordado que la semana próxima llegaría "mi último pedido". Había olvidado por completo que solicité un libro de Adrian Gilbert, que lleva el título de 'Armagedón 2012: Las profecías mayas del fin del mundo'. Le he confirmado que lo recogeré, aunque no sé si terminaré leyéndolo, porque ya creo que ando bastante versado sobre el tema. Intuyo que es sólo una recopilación de datos que viene a confirmar un final apocalíptico. Egoístamente no me interesa que todos lo sepan. Por momentos, imagino que todo el mundo tome conciencia que esto realmente se va a la mierda. Sería un caos. Y así no se podría disfrutar intensamente de estos últimos días.
Tanto pensar me ha abierto un apetito voraz, que he saciado acertadamente en el restaurante Mariano, en la plaza del Carbón.  El carpaccio tostado de ternera y la brocheta de rape y langostino con alioli de azafrán han evitado que termine tomando postre. Bueno, ellos y el pantalón que cada vez me aprieta más por la cintura.E Entre mis objetivos no está tampoco el de llegar como Falete al Apocalipsis. Me he acordado de Zelma y le he enviado un sms para decirle que ése es mi número de teléfono y que la llamaré en cuanto vuelva de Londres. Un sencillo 'danke' como respuesta ha bastado para provocarme una sonrisa.
Por la tarde, he estado haciendo la maleta, ya que la discusión de dos vecinos de mi misma planta ha impedido mi siesta. He jurado venganza. Se me ha ocurrido una idea un poco gamberra para desquitarme, pero tendré que ponerla en práctica antes de salir de madrugada al aeropuerto. No sé si lo haré, pero, por si acas,o he bajado a la tienda de chinos de la esquina para comprar una cuerda de cinco metros de longitud. La cara oriental de la chica que me ha atendido me ha recordado que aún no he visitado el Asako, un restaurante japonés situado en calle Álamos. He ido, pero me lo he encontrado cerrado. En la puerta una chica me ha  aconsejado un establecimiento de cocina nipona situado en la calle San Juan de Letrán, a dos pasos de casa. No ha estado mal, pero sólo tenían vino de la casa y he tenido que comer de pie. Al menos el sushi estaba perfecto para mi paladar, poco acostumbrado a sabores exóticos.
Cuando me disponía regresar a casa, he visto muy concurrido el Weekend, una cafeteria-pub donde no sé por qué siempre hay policías locales en horas de servicio. Me he tomado un Tanqueray con Schweppes en la barra mientras observaba a un grupo de treintañeras que hablaban con poca discreción sobre sus últimas relaciones sexuales. He estado a punto de intervenir, pero he desistido. No quiero ningún problema antes de irme a Londres. Por eso, me he recluido en casa y he escrito el relato de hoy. Ahora pondré el despertador a las cinco de la mañana y pondré la cuerda que he comprado en la entrada de casa para no olvidarme de hacer la trastada a mis vecinos gritones antes de irme. Mientras tanto, restan 595 días.

No hay comentarios:

Publicar un comentario