martes, 26 de abril de 2011

Quedan 604 días (un lunes de despedidas)

Por fin, la palabra lunes pierde su sentido peyorativo. Bueno, para mí y, quién sabe, quizás también para algún avispado que tenga como yo la certeza de que estamos inexorablemente en una cuenta atrás. Pese a ello, esta mañana he tenido bastante ajetreo en la oficina. Nada de trabajo, claro. Mi objetivo es perderlo, no hacer méritos. He hecho un gran esfuerzo para llegar puntual. El que no lo ha hecho ha sido Jero, antes don Jerónimo. Le he reprochado su cuarto hora de retraso y le he dicho que así no se da ejemplo. Claro está, ha intuido que sigo sin estar bien. Sin dilación, me ha invitado a entrar en su despacho.

- Algo me dice que su actitud no va a cambiar. ¿Se puede saber lo que le pasa? -me ha preguntado mientras ambos nos acomodábamos en el despacho.
- Bueno, Jero, iré al grano. Llevo casi quince años trabajando en esta empresa y creo que se me ha estado explotando casi todo el tiempo y creo que...
- Un segundo -ha gritado encolerizado-, ¿qué es eso de llamarme Jero? ¿A qué viene?
- Bueno, no creo que sea lo más importante a tratar ahora. Es más, sé de buena tinta que así le llama en la intimidad una trabajadora de esta empresa -le he dicho mientras le guiñaba.
- Pero, bueno, ¿qué se cree? No pienso tolerar esa actitud.
- Si se pone así, yo tampoco pienso tolerar el incumplimiento del convenio laboral suscrito hace ya cinco años -le he dicho mientras le ponía ante sus ojos el documento que él mismo firmó junto al enlace sindical en el 2006.

Cinco minutos me han bastado para explicarle los puntos del convenio que no se están llevando a cabo, así como ciertas irregularidades en el tipo de contratos. Sin ir más lejos, yo mismo figuro como auxiliar administrativo en lugar de asesor fiscal o contable. Tal y como me esperaba, ha montado en cólera y me ha echado del despacho.

- ¡Póngase a trabajar ahora mismo si no se quiere ir a la puta calle! -me ha gritado mientras abría la puerta para que todos le escucharan.
- Sin problemas, pero mientras no me cambien el contrato, yo haré de auxiliar administrativo. 

Todos, incluido Jero, se han quedado callados. Me he sentado en mi mesa y le he pasado toda mi agenda con las decenas de post-it  acumulados en los días anteriores a Paco Gómez, el más pelota y rastrero de los que trabajan en la asesoría. El karma sólo le ha castigado de momento con una halitosis repugnante.

- Lo siento, Paco. Esto no lo puedo hacer yo. Mi contrato no lo contempla. Y me tengo que poner al día con el Contaplus. ¡Vete a saber tú en qué versión anda ese programa del demonio! -evidentemente le he soltado todo esto con una sonrisa y sin demostrar toda la animadversión que siento hacia él.

Tengo que reconocer que he hecho algo de trampa y no he estado precisamente practicando con ningún software de contabilidad. Me he dedicado a buscar por Internet un abogado que me lleve el divorcio. He tomado tres teléfonos y los he llamado en el descanso del desayuno.Al final, me he quedado con un tal Fernando Guerra. Un apellido bélico tendrá que imponer en la negociación, digo yo.
Antes de irme a almorzar se ha acercado hasta mí la secretaria del gran jefe, la misma que le llama Jero en la intimidad.

- Don Jerónimo quiere que te reúnas ahora mismo con él -me ha ordenado en un inesperado tono imperativo.
- Eso está hecho. Ahora mismo tengo tiempo para él.

Nada más abrir la puerta, sin pegar antes, he visto un cheque en las manos del viejo carcamal. Me ha dicho que o cambiaba inmediatamente mi actitud o que la única salida que tenía era irme a la calle.

- Son muchos años siendo engañado en mi contrato. No creo que sea posible, Jero -y su nombre lo he pronunciado en un tono más elevado para que se me oyera más allá de la puerta.
- No sé cuáles son sus problemas, pero se ve que no quiere que se le ayude. Sepa que su mujer está bastante preocupada. 
- Bueno, ése es mi problema personal, ¿no cree? -le he dicho en un tono desafiante.
- Allá usted. Hemos preparado su carta de despido, su liquidación y su finiquito. 

Me ha mostrado el cheque sin soltarlo. He visto la cifra de 29.345, 12 euros. Casi ocho mil euros menos de lo previsto. He pensado que no estaba para perder el tiempo. En caso de recurrir el proceso podría durar hasta un año. Le he dicho que estaba conforme con la cifra y que si él no cambiaba mi contrato, no tenía más remedio que tomar esa opción. He soltado mi rúbrica generosamente a cambio del talón. Le he dado la mano y le he deseado suerte.

- Encomiéndese a Dios, hijo, porque no corren buenos tiempos para encontrar un trabajo como el que deja -me ha comentado en un tono casi paternal.
- A Dios no, Jero, a los mayas, a Nostradamus y a la Nasa. Ciao, bambino -he soltado las palabrejas italianas por contagio de Gabi.

No me he despedido de nadie porque he corrido para ingresar el cheque en la sucursal de Banesto que está situada justo en la misma calle de la asesoría. El dinero no estará disponible hasta dentro de tres días, pero ya he conseguido uno de mis grandes objetivos. Tal era mi gozo que he olvidado el almuerzo. He pasado la tarde en Málaga. Primero, en el centro comprando algo de ropa. Después, he ido a mi antigua morada para hablar con Teresa. Le he comentado lo del despido, pero ya lo sabía. Le he dicho que la mitad de la indemnización será para ella y también el supuesto fondo de inversión que vence el 14 de enero de 2013, una fecha que, evidentemente, no llegará. Además, se quedará con el piso. Sólo faltan once mensualidades de hipotecas para que esté pagado totalmente. 

- No será suficiente -me ha dicho enfadada.
- Claro, tendrás que dejar tu excedencia y volver a trabajar.
- ¿Y los niños? ¿Quién los va a cuidar? -me ha preguntado con preocupación.
- Todo tuyos, cariño. Fuiste tú la que tuviste la idea de tenerlos.
- Pero, ¿te has vuelto loco?

Hemos estado discutiendo durante más de dos horas. No sé de qué se queja la vaca burra. La casa y quince mil euros seguros. Me ha dejado entender la muy egoísta que quiere una pensión para los niños. Haré lo posible para que no me toque los 1.397,83 euros mensuales que me corresponderán como desempleado con dos hijos. Mañana tengo cita con el abogado a las doce del mediodía. Y habrá que darse prisa porque sólo quedan 604 días.

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