sábado, 16 de abril de 2011

Quedan 614 días

Ayer después de relatar mis últimas horas recorrí las calles peatonales del centro. Mis pasos terminaron llevándome a la entrada de la Librería Luces. Llevo años visitando este establecimiento hasta el punto de que mi cara no es sólo familiar sino que allí  debería ser el mustio hombre gris que por rutina se abastece de todo tipo de títulos. Digo "debería" porque mi presencia no ha debido pasar desapercibida por los pedidos extravagantes realizados en los últimos tiempos. He calculado que en desde 2006 hasta hace unas semanas he podido comprar cerca de trescientos libros y de ellos casi los últimos cincuenta están relacionados con el fin del mundo y otras teorías apocalípticas. Es lo único que puedo agradecer a la lectura. Que me haya abierto los ojos y reaccionar a tiempo. Poco más. No tengo reparo en decir que ha sido una pérdida de tiempo leer a Vargas Llosa, Auster o Saramago.Sí debo reconocer que me hicieron disfrutar Bukowski, García Márquez y otros autores. Pero, ya he leído suficiente. Ahora recuperaré con experiencias gratificantes el tiempo perdido hojeando páginas.
Por todo eso, ayer rehusé entrar en Luces. Casi en la puerta, tomé un taxi y pedí que me llevara al paseo marítimo de Antonio Banderas. Allí proseguí caminando hasta que llegué al final de la parte adecentada. Muchos carteles electoralistas en la ciudad, pero aún nadie ha hecho lo posible para que el último tramo, el que está antes de llegar a la desembocadura del Guadalhorce, sea transitable. Quizás por eso entré en el primer chiringuito que estaba al principio del fin, como yo o como todos nosotros. Vicen Playa se llama. Y ha resultado ser un verdadero descubrimiento. Marisco y pescados que vienen de la costa onubense. Me di otro homenaje a base de ácido úrico y vino blanco. No sé si tendré que controlar mis dosis de mariscos para que no repercuta en mi salud, pero han sido tantos años a base de comida sana que mi cuerpo, liberado como yo, me exige otros hábitos.
Decidí volver a casa andando para disfrutar del buen tiempo escuchar algo de música, que milagrosamente conseguí bajar con mi nuevo móvil táctil. Bajé aleatoriamente varios canciones, pero siempre que cumplieran la condición de que tuvieran títulos en positivo. No estoy yo para penas ni romanticismos. Gracias a eso he disfrutado con dos canciones con la misma denominación: "Un buen día". Una es de Los Planetas y la otra, de Los Piojos. El primer grupo me sonaba, el segundo ha sido todo un descubrimiento. Creo que son argentinos.
En casa llamé a Gabi para saber de sus planes. Me prometió llevarme a una fiesta para que conociera a chicas. Un chalé del Limonar era el escenario y muchas chicas pijas, la actrices. Eso sí, de postín. Mi querido amigo me dejó abandonado, o "a mi aire", como él dice. Cuando uno es consciente de que está en una cuenta atrás tan definitiva como ésta, pierde hasta la sólida timidez forjada durante décadas de complejos tallados en la pubertad y de infancia. Me integré con un grupo de chicas y chicos que hablaban del buen yantar. Y ahí les ofrecí, cual crítico gastronómico, mis opiniones sobre los establecimientos visitados en estos días. A ellas las impresioné. A ellos, no tanto. Me ofrecieron polvo blanco para mi nariz, aunque me negué en rotundo. No contemplo la posibilidad de coger vicios que vayan más allá del alcohol. Precisamente, lo etílico fue lo que me hizo perder la cabeza anoche. Tanto que intenté besar en varias ocasiones a la más atractiva y provocadora de las presentes en la fiesta. Daba igual que Gabi me avisara de que el novio estaba allí. Perdí el control sobre la situación y todo terminó en dos golpes certeros de su amado celoso sobre mi nariz y mi ojo derecho.
Gabi me ha dicho esta mañana que, si le monto otra igual, me va a dejar de llamar. Advertido quedo. El moratón del ojo y el tabique nasal roto son de momento un buen castigo. Me ha dado mucha envidia ver las andanzas de Hank Moody en la segunda temporada de 'Californication'. Sabe provocar, fornica y casi nunca se lleva una buena hostia.
Esta tarde me he aseado con pulcritud, como si fuera uno de esos metrosexuales, y he rasurado mi barba salvo una pequeña porción que se ha quedado en mosca. Necesito pulir mi estilo. Por eso, esta noche probaré suerte con este 'look'. Quizás me haga parecer más interesante. Antes de salir con Gabi, me he castigado aceptando ir a ver un partido de fútbol entre el Madrid y el Barcelona en casa de uno de sus amigos. No voy a perder ni el más mínimo tiempo admirando ni ése ni otro deporte. Entre otras razones, porque quedan apenas 614 días.

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