lunes, 25 de abril de 2011

Quedan 605 días (Experiencias místicas en Semana Santa)

Mis fines de semana no son de dos días como para el resto de los mortales. Duran cuatro. Bueno, y apurando, quizás siete. Este jueves después de ser rociado con ácido úrico mi apetito andaba bastante tímido. Ni siquiera tenía ánimos suficientes para saborear las viandas que ofrecían en la Venta de Alfarnate. Me atreví a compartir con Gabi unos huevos a lo bestia (unas migas que homenajean al colesterol), pero fui incapaz de comer algo más. La lluvia dorada de Raquel y su intento de penetración anal no me hicieron disfrutar ni del almuerzo ni del viaje, aunque he de reconocer que, de todas formas, las salidas al campo no suelen atraerme mucho.
Mientras comía recibí dos sms de Raquel pidiendo disculpas y animándome al mismo tiempo a explorar mi cuerpo y a tener nuevas experiencias. Lo siento, no está entre mis prioridades. ¿Qué sería lo próximo con ella? Mejor no pensarlo.
Por la noche, telefoneé a Adriana. Era un intento vano para quitarme la imagen de la mañana. No respondió a ninguna de las dos llamadas y eso me molestó bastante. Ni Gabi ni sus amigos querían salir, pero Rubén me recomendó que, si iba a salir solo, me fuera a un pub de Torremolinos para solteros como yo, 'Atrévete'. Aún no sé si fue una broma o simplemente entiende que por mis aspecto me merezco algo de lo que deambula en ese hábitat tan singular. La media de edad rondaba entre las mujeres los cuarenta y cinco años y la de los hombres apenas superaba los treinta y tres. Leí hace años que el uso de los adjetivos en castellano no debe caer en la exageración gratuita y que hay que evitar en la medida de lo posible calificativos como dantesco. Quien mantiene esa teoría debe visitar este bar de copas para maduritas. A buen seguro, dantesco sería lo más apropiado para ayudar a definirlo.Tomé dos gin tonic por amortizar la entrada. Me sentí acosado en un par de ocasiones por mujeres entraditas en años, de caderas liberadas y de escotes arrugados, pero, eso sí, adornados con collares de perlas. Afortunadamente no estoy tan desesperado para tener roces con señoras. Al menos, con las que se movían por allí. Decidí volverme en taxi y rechacé también los consejos de su conductor.

- ¿Qué? ¿No había buen pescado esta noche? -me preguntó nada más darle la dirección.
- No es el pescado más fresco que se pueda probar.
-Pues, si no quiere irse de vacío a casa, le puedo sugerir otros sitios.
- ¿Iguales que éste? No, gracias.
- No, hombre, de 'paganini'.

Si el virtuoso violinista levantara la cabeza y supiera cómo se aplica su apellido por estas tierras, volvería al pasado para cambiarlo. Rechacé la sugerencia del taxista, a pesar de que me hizo un recorrido virtual por todos los prostíbulos que hay entre Torremolinos y Málaga, que no son pocos. Me dio todo tipo de detalles. Y hasta algún nombre. Cuando llegué a casa no tenía nada de sueño y seguí viendo las hazañas de Hank Moody y Charlie Runkle en Californication. Una madrugada intensa con esos tipos y casi todo el día durmiendo. Me puse tapones para evitar en la medida de lo posible los sonidos de la Semana Santa. Sin embargo, lo que más me asustó fue horas más tarde sus silencios. Era ya medianoche cuando intenté atravesar la calle Álamos y tropecé con la procesión de Servitas. Todo era muy tétrico. Mutismo y oscuridad salpicada con velas. Cuando pasó el trono intenté cruzar entre las personas que iban de promesas. Algunos parecían verdaderos zombis. Recibí algunos codazos, pero logré salir.
Esa noche de nuevo me moví entre los bares habituales de Gabi y sus secuaces. Estoy deseando que pasen los días y conseguir mis objetivos para poder salir fuera de esta ciudad. Me aburrí tanto que terminé yéndome a casa a las tres de la madrugada. Tuve una pesadilla horrible. La vaca burra iba en el trono de Servitas y muchos Alfonsitos y Tomasitos clonados iban detrás de ella como muertos vivientes. La procesión me perseguía y yo no era incapaz de correr.

Ayer sábado decidí volver a darme un masaje relajante en los Baños Árabes. Una chica con un aspecto de hippy actualizada y bastante sexy fue la encargada de aplacar mis tensiones con sus manos. En ese momento deseé que allí hubiera un cartel de "incluido final feliz". Intenté mostrarme agradecido con ella, pero debe estar bastante acostumbrada a los elogios. No conseguí nada más que un agradecimiento tímido acompañado por una sonrisa que desveló una dentadura tintada por el tabaco y el café.
Por la tarde, acompañé a Gabi a una absurda cata de pacharanes y orujos de hierba caseros en un piso cercano al mío. Los degusté y apenas noté la diferencia con los que se sirven o venden en cualquier establecimiento. Como postre sacaron unas galletas embadurnadas con chocolate. El sabor me pareció extraño, pero sabroso. Cuando intentó comerme la tercera, los amigos de Gabi, entre risas, me pararon. Me confesaron que estaban condimentadas con hachís. Me puse nervioso y me enfadé, pero viendo que no me hacía ningún efecto me calmé. Sin embargo, apenas pasó una hora todos los presentes, ocho personas, empezamos a reír por algo que no recuerdo. Me temblaban las manos, pero al mismo tiempo me sentía relajado. Después noté que mis hombros apenas podían soportar mi cabeza. Era como si alguien me presionara por detrás. La sensación parecía tan real que me giré en varias ocasiones. Pese a ello, me sentí tan bien que a escondidas me comí dos galletas más. A partir de ahí poco más puedo recordar.
Esta tarde los amigos de Gabi me han comentado que conté mi pesadilla con mi mujer en el trono de Servitas. También pregunté si era posible volar en ese estado y alguna que otra sandez. Me tuvieron que acompañar hasta casa y meterme en la cama. Hoy me he levantado a las dos de la tarde por una llamada de Gabi, que me ha recordado que habíamos quedado para comer en Pedregalejo. Y no en cualquier sitio, en Miguelito, El Cariñoso. ¡Vaya nombre para un restaurante! A saber cómo será el dueño del restaurante. Me lo imagino todo el día dando besitos y caricias. Afortunadamente la paella estaba hecha con mucho mimo. La sobremesa, la tarde y la noche la hemos pasado en la terraza del Swan, en una animada de tertulia donde nos hemos podido reír de lo de anoche. Yo les he dicho que quiero repetir. Otra sustancia no, pero eso sí.
Y mañana tengo que volver al trabajo. Repasaré ahora el plan para forzar mi despido con indemnización lo antes posible y buscaré un abogado para que tramité lo del divorcio.
Quedan 605 días.

No hay comentarios:

Publicar un comentario