jueves, 28 de abril de 2011

Quedan 602 días (Resaca de Cardhu y desayuno con vistas)

Había olvidado por completo que hoy era miércoles y que además había fútbol. Espero que se terminen de una vez por todas esos duelos entre culés y merengues. No lo soporto. Y mucho menos la tensión que se ha creado esta noche en casa de Rubén, el amigo de Gabi. Al menos me he entretenido buscando reseñas en Internet para mi viaje a Londres. Me ha hecho gracia que para los que viajen por primera vez a Inglaterra se les aconseje prestar mucha atención a la hora de cruzar la calle. Es lo que tiene ir a un país de invertidos.
Esta mañana me he levantado con resaca, pero al menos era de Cardhu. Me ha sorprendido encontrarme la botella por debajo de la mitad. Tendré que aprender a controlar mis ingestas de alcohol. He desayunado a las once en el Bruselas, que tiene estos días unas vistas privilegiadas de las obras de la plaza de la Merced. No me ha molestado el ruido y he podido disfrutar de las numerosas féminas, casi todas extranjeras, que han paseado por la zona. Pero, lo mejor de todo ha sido ver cómo reaccionan los obreros ante cualquier cosa que se parece una mujer. Yo, al menos, he sido más sutil y me he dedicado a darles nombres ficticios y notas del uno al diez. Lo he ido apuntando en servilletas para después sacar la media e incluso una gráfica. No ha estado mal: 7,5, entre las 11:03 y las 11:41. Quizás mi listón esté demasiado bajo. Sería lo más lógico después de haber estado viviendo los últimos años con una vaca burra y ser anulado sexualmente. A eso tengo que añadir que mis dos últimas conquistas no me hacen sentir especialmente orgulloso. Y no hablemos de las experiencias en la alcoba.
Con esas reflexiones he entrado a la sucursal de Unicaja que tengo justo en frente de casa para hacer la solicitud del préstamo. Me ha atendido un conocido de Rubén. Aparentemente no hay problemas, siempre y cuando no sepan que me voy a divorciar y que he firmado en lugar de Teresa para presentar el piso como aval. La respuesta la tendré el viernes o como muy tarde el lunes. Todo encaja porque tengo previsto irme a Londres el jueves de la próxima semana.
He llamado a Juanjo, del que no sabía nada desde que pasé la noche borracho en su sofá mientras que Gabi y él se beneficiaban a nuestras acompañantes nocturnas. Le he propuesto un almuerzo, pero me ha dicho que era imposible. Le he contado lo del despido, el avance del divorcio, la solicitud del préstamo y lo del viaje de Londres, pero creo que realmente no me ha escuchado. Andaba muy estresado con su negocio. La última vez que lo vi me vendió la idea de que era muy feliz, que trabajaba poco y que disfrutaba mucho. Hoy me ha parecido uno más. Uno que se deja llevar por la rutina del trabajo y no se deleita con los placeres de la vida. Uno que no sabe que nos queda muy poco para el fin del mundo y que hay que aprovechar al máximo los días de esta cuenta atrás. Uno que, en definitiva, no sabe que esto se va a la mierda.
He terminado comiendo sólo. He cometido el error de entrar en un vegetariano de la calle Alcazabilla. Andaba buscando un sitio llamado Otro Bar. Me lo recomendó Gabi la semana pasada. Me he confundido y me he sentado justo en el establecimiento de al lado. Nada de carne ni de marisco ni de pescado. Todo verde e insípido. De todas formas, no está mal compensar mi dieta de vez en cuando si quiero llegar al fin de los días sin un infarto o con gota.
La tarde la he pasado justo en frente, en el Café Negro. Tengo que reconocer que, por un momento, he echado de menos un buen libro, pero he claudicado ante los juegos de mi móvil, los orujos de hierba y las guiris que se tostaban al sol. Después he acudido a la cita de los miércoles en taxi porque me he encontrado rota la ventanilla del cristal. No se han llevado nada. Ahora, mientras termino de relatar mi día y me termino la botella de Cardhu, he tenido la brillante idea de quemar el vehículo para cobrar el seguro. He decidido que no voy a conducir más. A partir de ahora me moveré en taxi, en tren o en avión. Nunca en autobús. Entre otras cosas, porque odio las muchedumbres y su hedor. Y además, sólo nos quedan 602 días.

2 comentarios:

  1. Yo diría que Ernesto se está convirtiendo en todo un ruina...

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  2. Ernesto, no te conozco, pero mi sensación es que eres un crack!!! A la mierda las vaca-burras!!!

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