lunes, 18 de abril de 2011

Quedan 612 días

Anoche aproveché el descanso del tedioso partido de fútbol para llamar a Raquel. Me contestó como si no hubiera guardado mi número, pero se mostró muy simpática conmigo. Intenté quedar con ella para hoy domingo, pero me dijo que trabajaba. Probaré suerte a lo largo de la semana.
El encuentro terminó en empate en el campo y en disputas entre supuestos amigos. Gabi  no hacía más que pinchar a madridistas y a culés para caldear el ambiente. Él asegura siempre que sólo defiende los colores de su Málaga. En el bando blanco estaban Cristóbal, Óscar y Juanmi y en el blaugrana, Rubén, Jaime y Viri. Cito sus nombres porque ahora los recuerdo. A algunos los conozco de las veladas de los miércoles y a otros, de haberlos visto por en los bares de copas. Ninguno de ellos se ha tomado la confianza de bromear sobre mis heridas de guerra de la noche anterior. Ni siquiera lo han hecho sobre mi mosca. Gabi, por el contrario, no ha parado de burlarse. A veces no sabe dónde está el límite.
Mi cara tampoco pasó desapercibida en los antros y tugurios del centro.Fuimos a Filo, un bar clásico de la noche malagueña con una música comercial que al menos se dejaba oír. El tipo de la puerta me miró inquisitorialmente en la entrada. Debió pensar que con mi ojo morado y mi nariz achatada tenía el perfil claro del que va buscando gresca.  Estaba planteándome hacer un mutis por el foro cuando se acercó una cara femenina agradablemente familiar. En ese momento supe que la conocía de haber hablado con ella, pero no recordaba ni dónde ni cómo.

- ¿Qué te ha pasado? -me preguntó con tanta preocupación que olvidó saludar y con tanta precaución que evitó darme dos besos protocolarios para evitar hacerme daño.
- Un pequeño incidente que tuve anoche, pero estoy bien.
- No te acuerdas de mí, ¿verdad?
- Claro que sí, pero no sé de qué ni cuándo te he conocido yo -reconocí con sinceridad.
- Olvidas pronto, amigo. Fue hace una semana. Y me pediste el teléfono.

En ese momento recordé que había hablado bastante. Incluso que me había dado su número, pero que yo no lo había encontrado. Fui sincero.

- Sé que me diste tu número, pero no lo encontré -me excusé mientras me trastabillaba y me sonrojaba.
- Lo apuntaste en tu móvil.
- ¿Ah, sí?
- Pero, claro, no te acordarás ni de mi nombre -dedujo.

Se llamaba y se llama Adriana. Y pude comprobar en su presencia que tenía su número en la agenda de mi teléfono. Me disculpé varias veces y puse como excusa que bebí mucho la noche en la que la conocí. Para compensar el desastre la invité a tomar unos chupitos de tequila. A eso añadimos algunos Tanqueray con tónica. No sé cuánto tiempo estuvimos hablando. Ni siquiera recuerdo el tema de conversación. Sólo sé que todo pasó rápido. Gabi y sus amigos desaparecieron de la escena sin avisar. Las acompañantes de Adriana creo que hicieron lo mismo. Debían ser casi las cuatro de la mañana cuando ella me propuso cambiar de tugurio. Me propuso ir a Onda Pasadena, aunque ella aseguraba que también es conocido como el Pasapenas. Me pareció un lugar extraño y circense, pero también divertido y original. Intenté mantenerme lo más sobrio posible para no volver a perder el control, pero no tanto mi compañera, que terminó yendo al baño para expulsar sus vómitos. Su cara se tornó a la de un zombi. Le propuse irnos de allí y no dijo ni que sí ni que no. Lo más decente que se me ocurrió fue llevarla a mi apartamento, que estaba a sólo una calle del Pasapenas.
La senté en el sofá, pero me pidió que la llevara a la cama. Allí comenzó a desnudarse rápidamente. Me tiró del cuello y me hizo caer sobre ella. No tuve ningún tipo de remordimiento porque creí que estaba resucitando. Comenzó a hacerme una felación. Quise corresponderla. Ella hizo algunos gestos para que no lo hiciera, pero insistí. No creo que sea muy normal mi actitud. ¡A una completa desconocida! El final me lo gané a pulso. Empecé a notar olor a sangre. Pensé en un primer momento que provenía de mi tabique nasal. Ojalá hubiera sido así. Encendí la luz, ella me miró con cara de sorpresa y empezó a reír. Mi rostro estaba restregado de su menstruación. Fue horrible y vergonzoso. Casi tanto como las carcajadas que Gabi se ha echado a mi costa esta mañana cuando se lo he contado. "Has hecho un vampirito", repitió una y otra vez mientras se descojonaba.
Eso fue después de que acompañara esta mañana a Adriana y su regla hasta un taxi en la plaza de la Merced. No hemos hablado de lo ocurrido. Pero, tras despedirme y cerrarle la puerta, la he mirado y me he dado cuenta de que se estaba riendo.
Esta tarde la he pasado con Gabi, Cristóbal y Rubén en Las Chanclas, en Pedregalejo. Esta vez sí he sido objeto de burlas por parte de todos los presentes, aunque me han contado también algunas experiencias similares tan repugnantes como penosas. Con este mal sabor de boca me quedo esta noche, después, eso sí, de haber tomado unas tapas y unas cervezas con Gabi en el Cortijo de Pepe, un clásico de los bares del centro. Hoy he decidido que me tengo que regalar algún viaje en los próximos días para compensar el desastroso fin de semana.
Y ahora sólo nos quedan 612 días.

2 comentarios: